Acabo de llegar del cine, de ver Mr. & Mrs. Smith (2005), una película muy divertida en la que se combinan la acción y la comedia romántica, dando lugar a una historia ligera, pero entretenida, que hará las delicias de los amantes de ambos géneros. Al fin, alguna amiga mía podrá ir con su novio al cine, sin que ninguno de los dos se duerma.
Como muchos sabréis, la película narra la historia de un matrimonio que está pasando un mal momento y, de repente, ambos descubren que el otro es un asesino a sueldo y, ¡cielos! ¡De agencias diferentes! Cada uno tendrá que intentar matar al otro, antes de que el otro termine el trabajo.
Pues bien, esta historia de amor-odio, de encuentro-desesncuentro, de desidia-pasión... Ha despertado en mi el deseo de hablar sobre algo que nunca está de moda, pero siempre está presente en la mente de todos aquellos que tienen una relación personal e íntima con alguien del género opuesto: El matrimonio.
La verdad es que, en nuestros días, es un término que ha perdido mucho carisma y significado.
Aún hoy (jueves 1 de septiembre de 2005), la Real Academia de la Lengua Española, en su diccionario digital, define matrimonio como: Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.
En nuestro país esta definición quedaría coja, ya que la legislación contempla que dos hombres o dos mujeres puedan formalizar legalmente su relación bajo este nombre que, históricamente, no le corresponde. Muchos aplauden este hecho como un signo de igualdad conquistada por parte de los colectivos homosexuales, aunque yo, personalmente, considero que es un tanto más que se han querido marcar nuestros progresistas gobernantes, para desviar la atención de la penosa gestión social, económica, política, diplomática..., que están haciendo con el poder que les otorgaron unas urnas que buscaban una alternativa mejor a lo que teníamos, pero que encontraron algo, por lo menos, tan malo como lo anterior. Es una pena que vivamos en un país de sevillanas y panderetas en el que da igual lo que votes, porque jamás te sientes representado, arropado, ni protegido. Vivimos en el régimen del menos malo, del que menos daño parezca que puede hacernos; aunuqe luego todos nos peguen la patada.
En fin, volvamos al tema que nos ocupa, y es que el matrimonio no sólo ha perdido significado por una ampliación del término, en mi opinión innecesaria, puesto que no es lo mismo unir a un hombre y a una mujer, que a una mujer con otra mujer, o a un hombre con otro hombre. No es el mismo tipo de relación, no existe el mismo tipo de frutos, no aportan lo mismo a la sociedad... Vamos, que los que hemos jugado con legos y tentes sabemos que hay piezar que encajan y piezas que se apilan, y no tienen la misma consistencia los bloques ensamblados que los superpuestos. Cosas diferentes, términos diferentes. Ni mejores, ni peores, sólo distintos. Derechos, los mismos para todos, en aquello en lo que todos somos iguales: Dignidad humana. Ni más, ni menos.
Otra razón por la que ha perdido sentido la encontramos en el nuevo concepto que manejan los medios de comunicación, centros del conocimiento y sapiencia populares, instructores sin parangón de nuestras personas y nuestros vástagos: Los divorcios exprés. Igualito que el café. Coges, metes el agua, el café y en pocos minutos tienes agua sucia con sabor amargo. Aquí lo mismo, metes dos personas que se han comprometido a amarse hasta el final, las mentiras y rencores de ambos y, en pocos minutos, tienes un papel que dice que da igual todo lo que hayan pasado juntos, y aquí paz y después gloria.
Da igual si un alto porcentaje de parejas que se separaban volvían a unirse en un plazo de dos años, motivo por el que existía la separación, para ahorrarnos trámites burocráticos a todos los contribuyentes. Es más avanzado que todos podamos mandar a nuestra pareja, a los años de convivencia y cariño, a los hijos y a todos los frutos de nuestra relación a una cloaca, que intentar mediar entre dos personas que pueden estar pasando una mala temporada y que, quizá, con sentarse a hablar y decirse todo lo que llevan callándose durante años podrían superar.
Pues, para que todos ustedes lo sepan, yo paso de matrimonios exprés y de liarme con cualquiera por la calle. Para mí hay algo más hermoso que el aquí te pillo, aquí te mato, y que la insulsez de mirar con caras largas al otro durante 30 años. El día que encuentre a la persona adecuada, me casaré con todas las consecuencias, por la Iglesia, con cura, de blanco, buscando el amor del otro cada día, luchando porque no se apague la llama de la pasión y aceptando que ambos cambiamos, pero lo hacemos juntos, evolucionando hacia algo nuevo y mejor, porque nos queremos y nos seguiremos queriendo.
Llamadme ilusa, pero quiero mirar esos ojos todos los días, con cariño, con nostalgia, con esperanza, hasta que la muerte nos separe.
Dedicado a mis abuelos, que se amaron y se aman más allá de la muerte.
miércoles, agosto 31, 2005
lunes, agosto 29, 2005
Crisol de culturas
Me fui a Turquía, volví, me puse al día sobre el desarrollo de la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, he pasado el fin de semana en Bilbao... Vamos, que no he parado un momento, y no pienso parar, puesto que el domingo me voy a un seminario y un congreso europeos sobre gestión deportiva, en los que me encontraré con estudiantes y profesionales de todo el continente.
Tanto trasiego y tanto viaje me llevan a plantearme porqué las personas somos tan diferentes y tan iguales.
Me resulta insoportable ver en la televisión cada día cómo unos seres humanos eliminan a otros de mapa, sólo porque les molestan; que hay millones de personas muriendo de hambre, mientras otros fallecen por sobrepeso; el modo en que los ricos miran a los pobres, los famosos a los "desconocidos", los de arriba a los de abajo... Y las miradas que los otros les devuelven. Es escalofriante pensar que todos somos, en esencia, la misma cosa: Un cúmulo de células con 23 pares de cromosomas cada una, nacidos de una mujer, cubiertos de sangre y llorando. Pero, claro, unos nacen en el hospital que tiene la última tecnología, y otros sobre la última sábana medio limpia que queda en una chabola (si no en la calle).
Pon dos niños de cualquier condición social uno al lado del otro y acabarán jugando. Pon dos adultos de condiciones sociales opuestas, de ideologías encontradas, de religiones en conflicto... Y da gracias si, con un poco de suerte, se quedan cada uno en su sitio, sin generar ningún altercado.
Prejuicios. Eso es de lo que hablo: Prejuicios.
Yo hago gala de un montón de ellos. Tú los tienes casi en la misma medida. Ellos los inventan, los intercambian y los hacen públicos, para que todos los tengamos en cuenta.
Como decía Sabina (Como te digo una co, te digo la o, Madrid 1998): ¿O todos los vascos van con metralleta? Pues no, mire usted.
Es muy fácil encasillar a la gente, generalizar... Pero incurrimos en una gran injusticia, en una gran mentira. Nos enfrentamos, incluso, a la gran farsa de la estadística. Hablamos de medias, de normalidad, de rentas per capitas... ¿Y la gente? ¿Y las personas? ¿Qué son, sólo un número?
Disculpen, pero no. Cuando vas a un sitio y conoces a sus gentes, te das cuenta de que no todo es como te habían contado, que hay un mundo mucho más amplio y hermoso de lo que habías soñado, pero también más desolador.
Una montaña vista desde el cielo es una extensión de terreno entre los valles. En cambio, si la miras de frente, te das cuenta de su altura, de su magnificencia, de su inmensidad. Es la misma montaña, pero tu prespectiva es completamente distinta y, por tanto, la imagen que te llevas de ella no tiene nada que ver. Lo mismo pasa con los países, con las culturas, con las comunidades, con las personas...
¿Con qué ojos miras a alguien que se acerca a ti desde un jaguar? ¿Y si sale de un cubo de basura? ¿Es lo mismo el que viste Massimo Dutti que el que viste de la beneficencia?
Podréis decirme que son personas, hablarme de igualdad, decirme que los inmigrantes subsaharianos legales tienen los mismos derechos que los suizos (por poner un país que no es de la Unión Europea), intentar convencerme de que la legislación ampara a todos y que nadie puede escaquearse de la justicia... ¡Qué bonita es la teoría! Y, sin embargo, ¡qué dura es la realidad!
Dejemos de predicar bonitas palabras sobre desarrollo sostenible. Paremos de hablar de tolerancia y respeto a los demás. No nos atrevamos a decir que la justicia es igual para todos, a menos que reconozcamos que no existe para nadie...
No nos engañemos, por favor. El mundo es uno, concreto, tangible... Si queremos que sea diferente, que sea mejor, tendremos que hacerlo nosotros. Y, aún a riesgo de repetirme, sólo hay una cosa que mueve a todos los hombres en una sola dirección positiva: El AMOR.
A ver si empezamos a querernos un poquito más, a perdonarnos esos pequeños y grandes errores, a mirarnos con los ojos del que tiene delante a alguien que sufre y parece como él. Quizá, si nos esforzamos, seamos capaces de meternos en los pequeños zapatos de ese niño que pide en la esquina, de ese empresario que llega a casa a las tantas de la noche, de esa ancianita que sonríe cuando pasa, de aquellos vecinos que me caen tan gordos, del chaval al que le gusta mi amiga, de los que siempre están a mi lado y los que siempre me dejan tirada... Puede que, a pesar de las ampollas que nos salgan en los pies (o precisamente por ellas), empecemos a apreciar un poquito más las vidas de los que nos rodean, sus posturas, sus ilusiones, sus sueños, sus sentimientos, sus miedos y, en general, al conjunto de circunstancias que condicionan a sus personas.
Puede que un día despertemos y decidamos que ya basta de juzgar tanto a los demás y que, ¿por qué no? Hoy puede ser el día en que mire a los ojos a cuantos me rodean y piense al fijar mis pupílas en las suyas: No siempre te entiendo, pero quiero intentarlo. No siempre estoy a tu lado, pero no quiero dejarte en la estacada. No tenemos nada que perder, así que intentemos dar lo mejor de cada uno.
Hay una serie en televisión que se llama El pasado es hoy. Pues no te lo creas. Hoy es el único día de tu vida.
Dedicado a quien haya sonreido hoy.
Tanto trasiego y tanto viaje me llevan a plantearme porqué las personas somos tan diferentes y tan iguales.
Me resulta insoportable ver en la televisión cada día cómo unos seres humanos eliminan a otros de mapa, sólo porque les molestan; que hay millones de personas muriendo de hambre, mientras otros fallecen por sobrepeso; el modo en que los ricos miran a los pobres, los famosos a los "desconocidos", los de arriba a los de abajo... Y las miradas que los otros les devuelven. Es escalofriante pensar que todos somos, en esencia, la misma cosa: Un cúmulo de células con 23 pares de cromosomas cada una, nacidos de una mujer, cubiertos de sangre y llorando. Pero, claro, unos nacen en el hospital que tiene la última tecnología, y otros sobre la última sábana medio limpia que queda en una chabola (si no en la calle).
Pon dos niños de cualquier condición social uno al lado del otro y acabarán jugando. Pon dos adultos de condiciones sociales opuestas, de ideologías encontradas, de religiones en conflicto... Y da gracias si, con un poco de suerte, se quedan cada uno en su sitio, sin generar ningún altercado.
Prejuicios. Eso es de lo que hablo: Prejuicios.
Yo hago gala de un montón de ellos. Tú los tienes casi en la misma medida. Ellos los inventan, los intercambian y los hacen públicos, para que todos los tengamos en cuenta.
Como decía Sabina (Como te digo una co, te digo la o, Madrid 1998): ¿O todos los vascos van con metralleta? Pues no, mire usted.
Es muy fácil encasillar a la gente, generalizar... Pero incurrimos en una gran injusticia, en una gran mentira. Nos enfrentamos, incluso, a la gran farsa de la estadística. Hablamos de medias, de normalidad, de rentas per capitas... ¿Y la gente? ¿Y las personas? ¿Qué son, sólo un número?
Disculpen, pero no. Cuando vas a un sitio y conoces a sus gentes, te das cuenta de que no todo es como te habían contado, que hay un mundo mucho más amplio y hermoso de lo que habías soñado, pero también más desolador.
Una montaña vista desde el cielo es una extensión de terreno entre los valles. En cambio, si la miras de frente, te das cuenta de su altura, de su magnificencia, de su inmensidad. Es la misma montaña, pero tu prespectiva es completamente distinta y, por tanto, la imagen que te llevas de ella no tiene nada que ver. Lo mismo pasa con los países, con las culturas, con las comunidades, con las personas...
¿Con qué ojos miras a alguien que se acerca a ti desde un jaguar? ¿Y si sale de un cubo de basura? ¿Es lo mismo el que viste Massimo Dutti que el que viste de la beneficencia?
Podréis decirme que son personas, hablarme de igualdad, decirme que los inmigrantes subsaharianos legales tienen los mismos derechos que los suizos (por poner un país que no es de la Unión Europea), intentar convencerme de que la legislación ampara a todos y que nadie puede escaquearse de la justicia... ¡Qué bonita es la teoría! Y, sin embargo, ¡qué dura es la realidad!
Dejemos de predicar bonitas palabras sobre desarrollo sostenible. Paremos de hablar de tolerancia y respeto a los demás. No nos atrevamos a decir que la justicia es igual para todos, a menos que reconozcamos que no existe para nadie...
No nos engañemos, por favor. El mundo es uno, concreto, tangible... Si queremos que sea diferente, que sea mejor, tendremos que hacerlo nosotros. Y, aún a riesgo de repetirme, sólo hay una cosa que mueve a todos los hombres en una sola dirección positiva: El AMOR.
A ver si empezamos a querernos un poquito más, a perdonarnos esos pequeños y grandes errores, a mirarnos con los ojos del que tiene delante a alguien que sufre y parece como él. Quizá, si nos esforzamos, seamos capaces de meternos en los pequeños zapatos de ese niño que pide en la esquina, de ese empresario que llega a casa a las tantas de la noche, de esa ancianita que sonríe cuando pasa, de aquellos vecinos que me caen tan gordos, del chaval al que le gusta mi amiga, de los que siempre están a mi lado y los que siempre me dejan tirada... Puede que, a pesar de las ampollas que nos salgan en los pies (o precisamente por ellas), empecemos a apreciar un poquito más las vidas de los que nos rodean, sus posturas, sus ilusiones, sus sueños, sus sentimientos, sus miedos y, en general, al conjunto de circunstancias que condicionan a sus personas.
Puede que un día despertemos y decidamos que ya basta de juzgar tanto a los demás y que, ¿por qué no? Hoy puede ser el día en que mire a los ojos a cuantos me rodean y piense al fijar mis pupílas en las suyas: No siempre te entiendo, pero quiero intentarlo. No siempre estoy a tu lado, pero no quiero dejarte en la estacada. No tenemos nada que perder, así que intentemos dar lo mejor de cada uno.
Hay una serie en televisión que se llama El pasado es hoy. Pues no te lo creas. Hoy es el único día de tu vida.
Dedicado a quien haya sonreido hoy.
sábado, agosto 06, 2005
World Universiade Izmir 2005
Una vez más, me ausento por motivos laborales. En este caso, el deporte vuelve a convertirse en espectáculo, punto de encuentro de culturas y marco idóneo para mi desarrollo profesional.
Los mejores deportistas universitarios del mundo van a darse cita en la ciudad de Izmir (Turquía) para demostrar su campacidad y valía en 15 deportes diferentes. Faltan 5 días para comenzar y mañana será día de viaje para mí y otros compañeros que vamos a trabajar en el evento.
Como podréis comprender, el trabajo me va a mantener un poco apartada del blog, por lo que es probable que no volváis a encontrar ningún post mío hasta después del día 23, en que volveré a mi hogar y a tener acceso ilimitado a internet y, por ende, a poder escribir en este sitio a mis anchas.
Si me es posible, quizá escriba algo desde tierras turcas, pero no puedo comprometerme.
En cualquier caso, espero que todos los paséis bien y nos leamos a la vuelta.
He aquí la mascota.
miércoles, agosto 03, 2005
Digievoluciona en...
Esta tarde, he estado viendo un documental sobre la vida de los fundadores de Greenpeace.
Es curioso como una persona puede pasar de acosar a los balleneros e interponerse entre los bebés foca y sus verdugos, a defender la causa de la industria maderera. Pero, además, lo que a una la deja en el sitio, es que se sienta coherente con sus ideas iniciales.
¿Qué ha pasado? ¿Es realmente coherente? ¿Por qué los madereros sí, pero los cazadores de focas no?
Claro que es coherente con sus ideales y no creo que haga nada malo. Está educando a los madereros para repoblar zonas en las que la vegetación se ha perdido. Les ha hecho comprender que no habrá más recursos si los consumen sin medida. Está buscando un equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
Sin embargo, no es coherente con su forma de pensar de hace años. Se ha moderaro. Se ha dado cuenta de que hay familias que viven de ciertas industrias y que no puedes pretender que la gente mate de hambre a sus familias para salvar una causa. Puede sonar egoísta, y puede que lo sea, pero cuando son tus hijos, cuando es la persona a la que has jurado amar y proteger hasta que la muerte os separe... Casi que una variedad de roble más o menos no importa.
Por eso, es genial. Ahora intenta poner de acuerdo la industria y la ecología. Por supuesto, Greenpeace considera que es un traidor, porque siguen teniendo posturas muy radicales que les alejan de la realidad.
Siempre he pensado que hay cosas en las que hay que ser radical, y sigo pensándolo. Hay que ser radical a la hora de defender la dignidad de las personas, hay que ser radical a la hora de amar, hay que ser radical a la hora de luchar por tus ideales... Pero también hay que evolucionar, dejar de mirar las monedas por una sola cara, porque pierdes la visión de conjunto. La realidad es compleja y no se puede simplificar en cara o cruz.
Con frecuencia, hay personas cuya intolerancia me resulta insultante. Yo puedo estar en desacuerdo en muchos puntos con ellos, pero intento comprender porqué piensan de un modo determinado. A veces, me doy cuenta de que tienen razón, de que me equivocaba; y, otras, acepto que piensen como lo hacen, porque tienen motivos para creer que ésa es la verdad.
Como ya dije una vez, la verdad es única, pero nadie la posee enteramente. Por tanto, hay que intentar entender todas las posturas, todas las ideas, todos los planteamientos. Además, no sólo la razón interviene a la hora de tomar postura repecto de un tema en concreto, también hay elementos sociales y afectivos que influyen.
A ver si todos digievolucionamos un poco y empezamos a intentar empatizar con los demás, que, además, es un rasgo de madurez. De vez en cuando, es bueno cambiarse de zapatos, porque, si no, los pies apestan a egocentrismo, egolatría y, en última instancia, insalubridad ideológica.
Dedicado a Aitor.
Es curioso como una persona puede pasar de acosar a los balleneros e interponerse entre los bebés foca y sus verdugos, a defender la causa de la industria maderera. Pero, además, lo que a una la deja en el sitio, es que se sienta coherente con sus ideas iniciales.
¿Qué ha pasado? ¿Es realmente coherente? ¿Por qué los madereros sí, pero los cazadores de focas no?
Claro que es coherente con sus ideales y no creo que haga nada malo. Está educando a los madereros para repoblar zonas en las que la vegetación se ha perdido. Les ha hecho comprender que no habrá más recursos si los consumen sin medida. Está buscando un equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
Sin embargo, no es coherente con su forma de pensar de hace años. Se ha moderaro. Se ha dado cuenta de que hay familias que viven de ciertas industrias y que no puedes pretender que la gente mate de hambre a sus familias para salvar una causa. Puede sonar egoísta, y puede que lo sea, pero cuando son tus hijos, cuando es la persona a la que has jurado amar y proteger hasta que la muerte os separe... Casi que una variedad de roble más o menos no importa.
Por eso, es genial. Ahora intenta poner de acuerdo la industria y la ecología. Por supuesto, Greenpeace considera que es un traidor, porque siguen teniendo posturas muy radicales que les alejan de la realidad.
Siempre he pensado que hay cosas en las que hay que ser radical, y sigo pensándolo. Hay que ser radical a la hora de defender la dignidad de las personas, hay que ser radical a la hora de amar, hay que ser radical a la hora de luchar por tus ideales... Pero también hay que evolucionar, dejar de mirar las monedas por una sola cara, porque pierdes la visión de conjunto. La realidad es compleja y no se puede simplificar en cara o cruz.
Con frecuencia, hay personas cuya intolerancia me resulta insultante. Yo puedo estar en desacuerdo en muchos puntos con ellos, pero intento comprender porqué piensan de un modo determinado. A veces, me doy cuenta de que tienen razón, de que me equivocaba; y, otras, acepto que piensen como lo hacen, porque tienen motivos para creer que ésa es la verdad.
Como ya dije una vez, la verdad es única, pero nadie la posee enteramente. Por tanto, hay que intentar entender todas las posturas, todas las ideas, todos los planteamientos. Además, no sólo la razón interviene a la hora de tomar postura repecto de un tema en concreto, también hay elementos sociales y afectivos que influyen.
A ver si todos digievolucionamos un poco y empezamos a intentar empatizar con los demás, que, además, es un rasgo de madurez. De vez en cuando, es bueno cambiarse de zapatos, porque, si no, los pies apestan a egocentrismo, egolatría y, en última instancia, insalubridad ideológica.
Dedicado a Aitor.
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