Para los que no sabíais dónde queda Qatar
Yo ya había estado en septiembre y, el 15 de noviembre, volví a Qatar, a la ciudad de Doha, donde iban a celebrarse los 15th Asian Games, uno de esos eventos deportivo a imagen de los Juegos Olímpicos, pero tuneados para darles un aire más... asiático, en este caso. Por tanto, estaba allí para trabajar, como suele pasar cuando estoy fuera, y me esperaba un interesante mes por delante.
Sería muy largo, y aportaría, muy poco que os contara todo lo que ha pasado allí, así que intentaré ser breve, pero daros los datos más interesantes de este viaje.
Una de las cosas que uno tiene que comprender cuando va a Qatar es que va a ver muchos más extranjeros que catarís, puesto que se trata sólo de un 20% de la población. El resto son inmigrantes que van allí a ganar dinero para sus familias que, como decía una filipina que conocí, es lo único interesante que se puede hacer en el país.
En cualquier caso, no es fácil entrar, como tampoco lo es salir. Para ir a trabajar, tienes que tener quién te contrate y, para salir, has de tener permiso de la empresa que te contrató y no dejar ninguna deuda tras de ti, puesto que no se cortan un pelo si te han de retener en el país.
Por otra parte, los qatarís tienen mucho dinero. Gracias a los yacimientos de gas natural, el gobierno tiene unos ingresos lo tan potentes como para poder dar una asignación vitalicia a cada uno de sus ciudadanos, una vez alcanzan la mayoría de edad y se casan. Además, les ponen casa y coche. Han de trabajar un par de años en su vida, pero siempre en cargos más figurativos que reales. Si a eso añadimos que toda empresa extranjera que quiera operar allí tiene que dar un 51% de sus negocios a un catarí que lo único que hace es "apadrinarle", tenemos la combinación perfecta para crear una sociedad llena de personas ricas y ociosas.
En otro orden de cosas, no debemos olvidar que Qatar es un país musulmán hasta la médula, aunque hayan aprobado una ley de libertad de creencias (vamos, crees en lo que quieras, mientras no hables de ello, puesto que el proselitismo no musulmán está penado). Tanto es así, que existe una policía religiosa que vela por mantener la integridad de los ciudadanos de cara a su dios; y más te vale hacer el ramadán, aunque no seas de allí, porque te mirarán más que mal si te ven bebiendo un poco de agua por la calle, a pesar de que las temperaturas hayan alcanzado los 50 grados a la sombra.
Esto podría llevarnos a pensar que son gentes muy piadosas, y no estaremos desencaminados en muchos casos. De hecho, a mí no dejaba de sorprenderme que casi siempre hubiera gente rezando en los distintos lugares habituados para ellos en cada una de las instalaciones deportivas en que se desarrollaban los juegos. Sin embargo, también hay muchos que practican de puertas afuera, de un modo muy farisaico, pues no llevan en su corazón las verdades del Islam, ni acatan todas sus enseñanzas, como intentan hacer creer a sus vecinos. Algunos, se corren juergas que dejarían las de Ronaldo a la altura del betún, sin despeinarse.
En realidad, creo que tienen cosas admirables, como un alto concepto de la familia y (los verdaderos creyentes) una fe inquebrantable. Pero también son altivos, impertinentes y superficiales, en la mayor parte de los casos.
En el fondo, no eres más que un instrumento más en sus manos que está allí para servirles y que, por tanto, no tiene ningún derecho real en una situación de conflicto (cualquier catarí puede solicitar que se deporte a cualquiera que le moleste, así que los policías -todos extranjeros-, ¿a quién creéis que darán la razón?). Cuando entras a trabajar en el país, admites subyugarte a tu empresa y a una legislación restrictiva, tanto a nivel de acción, como de expresión (porque, sí señores, por supuesto que hay censura). Vivir allí supone aceptar la negación de tu libertad, lo quieras o no.
Además, son muy consumistas y tampoco tienen muy claro en qué gastar el mucho dinero que tienen. Son desorganizados y despilfarradores. Por ejemplo, se gastan una auténtica fortuna en construir y modificar calles que podrían haberse hecho de una sola vez con un poco de orden. Un buen día, se dan cuenta de que no han pintado las líneas, otro de que no han puesto alcantarillado... Y, con tantos cambios, el tráfico se convierte en un caos, pues nunca sabes qué tramo de la carretera encontrarás cerrado; lo que implica que los atascos no sólo son frecuentes, sino que son lo habitual.
En realidad, me dan un poco de pena. Creo que se han acostumbrado a tener tanto, que no valoran nada. Además, como no necesitan trabajar, tampoco se enfrentan a nuevos retos que supongan un aliciente para la vida. Si a eso añadimos que conoces a tu marido/mujer el día de la boda, como quien dice (los matrimonios son concertados), y que toda tu vida está marcada por todo tipo de convenciones sociales (desde tu forma de vestir, que es una túnica blanca para ellos con el correspondiente pañuelo en la cabeza, y una negra para las mujeres, con velo y pañuelo que sólo permiten que se les vean los ojos; hasta el hecho de que no puedes mostrar cariño a tu pareja en público); creo que tampoco se puede decir que ellos sean muy libres.
Creo que Qatar es una maraña de gentes privadas de su libertad que se mueve al compás del dinero, sean nacionales o extranjeros. Los catarís, porque no entienden nada que no sean ellos mismos y su dinero (ni ganas tienen...); los inmigrantes, porque han salido de sus casas en busca de un futuro mejor para sus familias o para ellos mismos, emigrando a un país en el que aceptas ser lo más parecido a un esclavo que he conocido en un país que se quiera llamar a sí mismo "civilizado".
Lo cierto es que viven en la edad media, pero con potentes todoterrenos en lugar de caballos y todo tipo de artilugios tecnológico que ni siquiera saben para qué sirven, pero que demuestran lo mucho que tienen y, por tanto, lo mucho que valen.
Si os soy sincera, prefiero mi vida que la suya (tanto de hombres, como de mujeres). Puede que no sea rica, puede que tenga que trabajar toda mi vida para ganarme el pan, pero soy libre y feliz, porque sé que hay cosas más importantes que el dinero, y esas las tengo. ¿Y vosotros?
Dedicado a Luis y Ernesto, mis dos compañeros de sede.