Hace siglos que no escribo y, dado que ya tengo internet en casa, creo que es el momento de retomar mi blog. Últimamente se había convertido en una memoria de viajes y creo que merece ser algo más que eso.
Hoy os quiero hablar de mis amigos. No voy a dar nombres, ni nada por el estilo, pero son las personas que están ahí siempre que las necesito y se merecen este reconocimiento.
Empecemos por los orígenes, donde encontramos a los llamados "amigos de la infancia". De éstos, conservo alguno, aunque la mayoría han pasado a ser personas casi desconocidas que, cuando me encuentro por la calle (cosa que pasa de eón en eón) tardan un ratillo en ponerme al día de qué han hecho durante los últimos años y, como han sido tantas cosas, llega un momento en que ya no sabes de qué hablar. Sin embargo, ahí están también los que siguen cerca y aquellos con los que, aunque haga tiempo que no veo, siempre me siento cómoda y parece todo el tiempo del mundo se nos queda pequeño para recordar lo antiguo, ponernos al día y compartir la actualidad.
"Después llegaron las citas, los bares, los cines..." ("Una partida de risk", Tontxu) La adolescencia, vaya. Y ahí todo se complicó. Los amigos se mezclaron con los desconocidos, hicimos grupos, los rompimos y los volvimos a crear. Y ahí seguían los amigos de siempre dando guerra. De esta época conservo recuerdos y amigos inolvidables, incluido el primer chico con el que salí y que hoy sigue siendo amigo mío, aunque nos vemos poco. Son personas que aún te encuentras por la calle de cuando en cuando y, aunque con algunos te sientas distante, parece que siempre hay noticias sobre el resto de la gente con la que compartimos algunos de los años más divertidos de nuestras vidas. Y, bueno, si no, siempre quedan los miles de anécdotas sobre unos y otros, sobre profesores, compañeros, chicos/as que nos gustaron, parejas de aquel entonces...
Con el instituto, entró en mi vida mi parroquia, que no me ha abandonado hasta hoy, igual que no lo han hecho las personas que, a través de los años, fueron dejando de ser compañeros para convertirse en amigos y, en muchos casos, en hermanos. Ahí sí que da igual el tiempo o lo que haya pasado, compartimos cosas tan intensas que nadie puede poner en duda el amor que nos tuvimos y, claro, "tú ama que algo queda".
Luego están los amigos de la universidad, más los que llevamos acumulados de antes. Sólo un grupo selecto de compañeros de la carrera puede hacerse hueco en el corazón de cada uno. Éramos muchos, aunque bien avenidos, pero cada uno luchaba sus guerras y no siempre existía esa identificación de grupo que podíamos encontrar en el instituto. Los amigos que hice tienen un lugar muy especial en mi corazón y sigo sintiendo interés por la vida de aquellos compañeros que, apreciándolos, no puedo considerar amigos. Fueron años felices de mucho trabajo y diversión.
Fue una época aperturista y llegaron a mi vida muchas personas desde distintos frentes. Algunos fueron parte de esa red de contactos que uno hace mezclando compañeros de facultad de algunos amigos. Salían grupos heterogéneos y vairopintos llenos de riqueza. También estaban las peregrinaciones, en las que recorrí miles de kilómetros y donde conocí a algunas de las personas que más han impactado y cambiado mi vida. Finalmente, está internet. Sí, sí, lo reconozco, he hecho amigos en internet. Algunos cercanos, otros lejanos, pero también importantes.
Como voluntaria, también hice mis amistades y, gracias a Dios, aún queda alguno por ahí con el que sigo teniendo trato, especialmente a través de la red de redes. Eran personas estupendas y siguen siéndolo.
Tras el salto a la vida laboral, pasaron muchas cosas. Yo estaba acostumbrada a rodearme de amigos y personas importanes (y, si no, ya estaban en fase de convertirse en parte de ese grupo) y casi me la pego contra la primera pared. Fue extraño pasar de colaborar con gente que lucha por lo mismo que tú a luchar con gente que quiere cumplir con su parte y poco más. Supongo que eso fue lo que me hizo decidirme por el sitio en el que trabajo: Encontré la gente con la que quería trabajar y un proyecto que me ilusionaba y me lancé. A veces ha sido duro, pero estoy contenta de los resultados. Hay quien empezó como compañero y hoy es amigo; y quien sólo se ha quedado en compañero, pero sin que eso signifique que no sea importante para mí. Aún no he encontrado a nadie que me haya dado la espalda cuando le he necesitado y es algo que merece la pena ser agradecido.
Hice mención de mi primer chico, pero creo que también merecen reconocimiento los que vinieron después y a los que, como buenos amigos que son, sigo queriendo con locura y con los que sigo teniendo una relación maravillosa y que estimo como una de las piedras anguales de mi vida. Sin ellos, que son las personas con las que con más intensidad he compartido momentos puntuales de mi vida (algunos de ellos tan importantes que me cambiaron para siempre), me faltaría algo esencial e irremplazable.
Por supuesto, mi actual novio es el amigo con el que estoy haciendo la apuesta más fuerte en este momento, tanto en tiempo, como en esfuerzos. Espero que nos lleve a algo grande (formar una familia), pero, aunque sólo quedemos como amigos, ¡qué amistad tan maravillosa estamos compartiendo!
Finalmente, debo recordar a aquellos amigos que ya no están con nosotros. Sé que no me han dejado y sigo hablando con ellos de vez en cuando en mis oraciones y, a su manera, siempre me responden. María, Jorge y Santi siempre estarán en mi corazón. Especialmente éste último, que fue mi guía y acompañante de camino durante años y con quien rezo con frecuencia, porque era (y es) un Santo.
GRACIAS A TODOS.