Una vez más, mis alumnos toman la iniciativa y generan una situación que me hace reflexionar sobre cómo va el mundo.
Teniendo en cuenta que está de moda hablar del acoso de unos niños a otros en los colegios, ayer me pasó algo "curioso" en clase. Estaba yo explicando cómo tenían que desarrollar la actividad con la que les iba a evaluar el bloque de Expresión Corporal (por si no lo he dicho antes, soy profe de Educación Física) y un alumnos muy metiche vino a contarme que un compañero estaba estrangulando a otro. En realidad, sólo lo tenía inmovilizado por el cuello y, después de regañarles, me dió la sensación de que estaban jugando, porque ninguno de los dos dijo nada para defenderse o acusar al otro (se pasan la vida haciendo el tonto, así que no hubiera sido nada raro). El caso es que, un rato después, se me acerca el primer chico y me dice que el agresor había pegado una patada al otro. Me acerco a averriguar qué ha pasado y me encuentro con un chaval (el que le había dado al compañero) totalmente fuera de sí, justificándose en que el otro era un vacilón y estaba harto de ser objeto de sus mofas. Mientras intentaba tranquilizarlo, el otro seguía haciendo comentarios sin parar y el chivato no dejaba de meter pulla. En un momento dado, y sin saber muy bien cómo, el muchacho que intentaba calmar terminó de enajenarse y se lanzo sobre el otro, golpeándole repetidas veces, antes de que pudiéramos detenerle (tengamos en cuenta que yo sigo con mis muletas).
Lo curioso de este caso es que, habiendo hablado con todas las partes, testigos, etc.; creo que la víctima no fue quien se llevó los golpes, sino quien los propinó. Puede parecer contradictorio, pero así es como lo siento y, hablando con mi tutora (soy profe, pero estoy de prácticas en un instituto de secundaria), ella opinaba lo mismo. No justificamos la actuación del chico, porque la violencia no conduce a nada bueno, pero creemos que, en este caso, él fue el más perjudicado.
Las palabras no siempre se las lleva el viento. Muchas quedan marcadas a fuego en el corazón de quien las recibe, sean para bien o para mal. El moratón producido por un golpe se cura, pero la herida dejada por una palabra puede quedar sangrando muchos años, incluso toda una vida. Cuando lanzamos una palabra contra alguien, ésta tiene la capacidad de entrar por el oído y abrirse paso hasta lo más profundo de la persona. Por eso, hay que tener cuidado con lo que se dice a los demás, tanto en el contenido, como en la forma. Hay muchas maneras de decir las cosas y, en ocasiones, no nos damos cuenta del daño que puede hacer la onda expansiva de nuestra voz.
La lengua es muy rica y no debemos olvidar que es el medio de comunicación por excelencia entre las personas. Por eso, debemos aprender a utilizarla con destreza, mesura y delicadeza. Es nuestra obligación conocer sus matices y sutilezas, con el fin de no errar en nuestras expresiones y en nuestras formas, siendo capaces de acariciar al otro, de levantarlo o, incluso, de golpearlo con contundencia cuando las circunstancias así lo requieran. Eso sí, debemos ser prudentes con el uso que hacemos de nuestros órganos fonadores, porque son un arma de doble filo que, igual que pueden servir a los más altos fines, pueden ser el arma más diabólica, utilizada contra una persona, si alcanzamos uno de sus puntos flacos.
Dicen que nunca te arrepentirás de algo que no has dicho. Yo os aseguro que eso es mentira. ¡Cuántas veces no nos arrepentimos de no haber dicho a alguien lo mucho que le queríamos antes de que se marchara de nuestro lado! ¡Cuántas ocasiones nos callamos esa palabra que nuestro corazón clama por gritar a los cuatro vientos y, luego, al recordarlo nos llenamos de congoja por no haber seguido nuestros impulsos más profundos! No, hay cosas que uno no debe callar nunca. Sin embargo, no seamos como el "malhechor" que describe el salmista, de quien dice: Su corazón es perverso; su garganta es un sepulcro abierto (Sal. 5, 10). Tengamos cuidado de no cometer iniquidad con esa lengua que tantas veces nos pierde.
Dice el evangelista (puestos a citar las Escrituras): Por la Palabra se hizo todo, y sin la Palabra no se hizo nada (Jn 1, 3). A ver qué hacemos nosotros con nuestras palabras, o qué dejamos de hacer...
Dedicado al Ratón lingüista.
martes, mayo 31, 2005
domingo, mayo 29, 2005
Ahora que vamos despacio...
Ya os conté que, debido a una lesión, tengo que andar con muletas y, por supuesto, camino tan despacio que los caracoles me sacan la lengua mientras me adelantan. ¡Dura vida la del lisiado...!
La verdad es que estoy bastante cansada de poder moverme poco y mal, pero he de reconocer que también tiene su lado amable.
El otro día, me tocó ir de médicos y, por tanto, moverme un poco por la ciudad. Suelo ir muy rápido de un lado a otro (cuando estoy sana), pero ahora camino con increíble lentitud. La verdad es que fue magnífico porque, debido a mi escasa velocidad, reparé en detalles que, en otras circunstancias, se me habrían escapado. Así es como, andando por la calle Ibiza, mi mirada se detuvo en un escaparate. Era una tienda de libro antiguo y había un hombre entrando y saliendo de la misma, metiendo y sacando libros. Parte de la mercancía estaba en la calle y, detrás del cristal, había inmensas columnas de papel y cartón anárquicamente ordenadas. Mi mirada estaba fija en una portada azul con letras blancas y el dibujo esquemático de una niña como danzando. El título rezaba: EDUCACION FISICA FEMENINA (los veteranos recordaréis que cuando éramos pequeños las mayúsculas todavía no se acentuaban). Se trataba, según el subtítulo del texto oficial para las escuelas de magisterio y se trataba de una edición de1955 (desconozco si hubo otras). Además, era una publicación de la Sección femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S.. Es posible que todo esto no os diga nada, pero a mí se me caía la baba conforme me acercaba. De hecho, me aproximé con indecisión a la puerta del pequeño comercio y el tendero me miró con cierta ansiedad, mientras me invitaba a quitarme de su eterno camino de ida y vuelta. Por fin, decidí entrar en el establecimiento para preguntar el precio de la pequeña joyita. El dueño me dijo que eran 12 € en un primer momento, pero, cuando volvió con el ejemplar, se retractó, dejando en 9 € el precio final del manual. Tenía ciertos desperfectos y, por tanto, su valor era menor. Así fue como me hice con mi primer dinosaurio literario sobre la Educación Física. Creo que debería frecuentar más esos recónditos comercios de lo viejo, para ver qué más sorpresas me deparan este tipo de santuarios del papel amarillento y las letras mil veces leídas.
Muy contenta con mi nueva adquisición, dirigí mis pasos hacia el metro. Un rato después, me encontraba subiendo Principe de Vergara a paso lento, pero decidido. Yo no sabía que había tantos gallegos en Madrid, quizá porque no tienen nada de acento; pero siempre que preguntaba por el sitio al que iba, me contestaban que estaba cerca. Pero no, todavía no se divisaba desde esa bocacalle, ni desde la siguiente, ni desde la que había después de ésa. Yo miraba en todas direcciones, en busca de esa señal que demuestra que estás andando en la dirección equivocada, pero sin encontrarla; así que seguía subiendo la calle, con bastante esfuerzo, si se me permite la observación.
Iba escuchando música en mi mp3 y mirando alrededor, a la par que esquivaba transeúntes y barreras arquitectónicas. Aquello recordaba a un videojuego con escenarios bien diseñados. El fondo era bonito, pero había enemigos que se interponían en mi camino, con más o menos nivel; y algunas trampas que se activaban cuando menos lo esperaba. Es curioso cómo el enlosado de la calle puede adquirir todo tipo de matices, gracias a unas inexistentes juntas de dilatación y a nuestros grandes amigos los "zanjeros"; criaturas, generalmente de origen extranjero, que, armados con todo tipo de artefactos, se dedican a levantar el suelo, creando pequeños precipicios a lo largo y ancho de toda la ciudad.
De esta guisa, y sin conseguir bonus extra, alcancé mi primera meta, con la misma ilusión que Mario llegaba al casillito y saltaba sobre la bandera. Pensé que había llegado el momento de los créditos, pero me equivoqué. Aún me quedaban varias pantallas antes de terminar la partida y rescatar a la Princesa; pero no voy a alargarme en este tema, porque todavía no he alcanzado al monstruo final de este juego. Llevo ya 3 niveles y todavía me quedan unos cuantos...
En fin, volviendo al tema... Gracias a mi lento caminar, reparé en dos edificios muy bonitos. Uno es una iglesia con estatuas de ángeles en su punto más alto. El otro, un colegio, visiblemente religioso, de hermosa arquitectura e imponentes vidrieras. Es curioso cómo casi cualquier templo de la capital es más bonito que la Catedral de la Almudena, cuya decoración calificaremos de "humilde" decoración, por no llamarla "horrenda", que es más fiel a la verdad, pero falta un poco a la caridad...
Ambos edificios me recordaban a la arquitectura belga que tuve la suerte de visitar en septiembre del año pasado, pero mucho menos recargada. Una visión agradable, cuando sabes que pasará algunos minutos al alcance de tu vista, antes de conseguir dejarla atrás.
La verdad es que todo te lo tienes que tomar con calma en este estado, y es algo a lo que no estoy acostumbrada. Yo, que siempre tengo que estar pendiente de no dejar atrás a los demás mientras camino, soy esperada con paciencia por los míos una, y otra, y otra vez más. Se meten un poco conmigo, pero lo hacen con cariño (o eso quiero pensar yo). Además, me doy cuenta de que aún quedan personas que se interesan por los demás, incluso aunque no los conozcan, y es bueno tener conciencia de esas cosas; porque vivimos en un mundo muchas veces hostil y esas personas son como un soplo de aire fresco en la cumbre del volcán. Me cuesta mucho pedir ayuda y reconocerme débil, pero esta cura de humildad me está ayudando a darme cuenta de que siempre hay alguien cerca con quien se puede contar en un momento dado.
Ir despacio por la vida me cuesta mucho. Ahora me viene impuesto y, aunque espero recuperar pronto mi movilidad habitual, reconozco que este estado me está enseñando cosas que no debo olvidar.
Dedicado a mi pequeño Padawan.
La verdad es que estoy bastante cansada de poder moverme poco y mal, pero he de reconocer que también tiene su lado amable.
El otro día, me tocó ir de médicos y, por tanto, moverme un poco por la ciudad. Suelo ir muy rápido de un lado a otro (cuando estoy sana), pero ahora camino con increíble lentitud. La verdad es que fue magnífico porque, debido a mi escasa velocidad, reparé en detalles que, en otras circunstancias, se me habrían escapado. Así es como, andando por la calle Ibiza, mi mirada se detuvo en un escaparate. Era una tienda de libro antiguo y había un hombre entrando y saliendo de la misma, metiendo y sacando libros. Parte de la mercancía estaba en la calle y, detrás del cristal, había inmensas columnas de papel y cartón anárquicamente ordenadas. Mi mirada estaba fija en una portada azul con letras blancas y el dibujo esquemático de una niña como danzando. El título rezaba: EDUCACION FISICA FEMENINA (los veteranos recordaréis que cuando éramos pequeños las mayúsculas todavía no se acentuaban). Se trataba, según el subtítulo del texto oficial para las escuelas de magisterio y se trataba de una edición de1955 (desconozco si hubo otras). Además, era una publicación de la Sección femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S.. Es posible que todo esto no os diga nada, pero a mí se me caía la baba conforme me acercaba. De hecho, me aproximé con indecisión a la puerta del pequeño comercio y el tendero me miró con cierta ansiedad, mientras me invitaba a quitarme de su eterno camino de ida y vuelta. Por fin, decidí entrar en el establecimiento para preguntar el precio de la pequeña joyita. El dueño me dijo que eran 12 € en un primer momento, pero, cuando volvió con el ejemplar, se retractó, dejando en 9 € el precio final del manual. Tenía ciertos desperfectos y, por tanto, su valor era menor. Así fue como me hice con mi primer dinosaurio literario sobre la Educación Física. Creo que debería frecuentar más esos recónditos comercios de lo viejo, para ver qué más sorpresas me deparan este tipo de santuarios del papel amarillento y las letras mil veces leídas.
Muy contenta con mi nueva adquisición, dirigí mis pasos hacia el metro. Un rato después, me encontraba subiendo Principe de Vergara a paso lento, pero decidido. Yo no sabía que había tantos gallegos en Madrid, quizá porque no tienen nada de acento; pero siempre que preguntaba por el sitio al que iba, me contestaban que estaba cerca. Pero no, todavía no se divisaba desde esa bocacalle, ni desde la siguiente, ni desde la que había después de ésa. Yo miraba en todas direcciones, en busca de esa señal que demuestra que estás andando en la dirección equivocada, pero sin encontrarla; así que seguía subiendo la calle, con bastante esfuerzo, si se me permite la observación.
Iba escuchando música en mi mp3 y mirando alrededor, a la par que esquivaba transeúntes y barreras arquitectónicas. Aquello recordaba a un videojuego con escenarios bien diseñados. El fondo era bonito, pero había enemigos que se interponían en mi camino, con más o menos nivel; y algunas trampas que se activaban cuando menos lo esperaba. Es curioso cómo el enlosado de la calle puede adquirir todo tipo de matices, gracias a unas inexistentes juntas de dilatación y a nuestros grandes amigos los "zanjeros"; criaturas, generalmente de origen extranjero, que, armados con todo tipo de artefactos, se dedican a levantar el suelo, creando pequeños precipicios a lo largo y ancho de toda la ciudad.
De esta guisa, y sin conseguir bonus extra, alcancé mi primera meta, con la misma ilusión que Mario llegaba al casillito y saltaba sobre la bandera. Pensé que había llegado el momento de los créditos, pero me equivoqué. Aún me quedaban varias pantallas antes de terminar la partida y rescatar a la Princesa; pero no voy a alargarme en este tema, porque todavía no he alcanzado al monstruo final de este juego. Llevo ya 3 niveles y todavía me quedan unos cuantos...
En fin, volviendo al tema... Gracias a mi lento caminar, reparé en dos edificios muy bonitos. Uno es una iglesia con estatuas de ángeles en su punto más alto. El otro, un colegio, visiblemente religioso, de hermosa arquitectura e imponentes vidrieras. Es curioso cómo casi cualquier templo de la capital es más bonito que la Catedral de la Almudena, cuya decoración calificaremos de "humilde" decoración, por no llamarla "horrenda", que es más fiel a la verdad, pero falta un poco a la caridad...
Ambos edificios me recordaban a la arquitectura belga que tuve la suerte de visitar en septiembre del año pasado, pero mucho menos recargada. Una visión agradable, cuando sabes que pasará algunos minutos al alcance de tu vista, antes de conseguir dejarla atrás.
La verdad es que todo te lo tienes que tomar con calma en este estado, y es algo a lo que no estoy acostumbrada. Yo, que siempre tengo que estar pendiente de no dejar atrás a los demás mientras camino, soy esperada con paciencia por los míos una, y otra, y otra vez más. Se meten un poco conmigo, pero lo hacen con cariño (o eso quiero pensar yo). Además, me doy cuenta de que aún quedan personas que se interesan por los demás, incluso aunque no los conozcan, y es bueno tener conciencia de esas cosas; porque vivimos en un mundo muchas veces hostil y esas personas son como un soplo de aire fresco en la cumbre del volcán. Me cuesta mucho pedir ayuda y reconocerme débil, pero esta cura de humildad me está ayudando a darme cuenta de que siempre hay alguien cerca con quien se puede contar en un momento dado.
Ir despacio por la vida me cuesta mucho. Ahora me viene impuesto y, aunque espero recuperar pronto mi movilidad habitual, reconozco que este estado me está enseñando cosas que no debo olvidar.
Dedicado a mi pequeño Padawan.
lunes, mayo 23, 2005
La alegría de ser padres
No me canso de ver cómo personas inocentes pagan los errores de aquellos que les rodean. Por ejemplo, mis alumnos (soy profe) pagan la violencia, el pasotismo, el desdén, el odio y la falta de interés de sus padres. Ya no se tienen hijos por amor, sino porque toca. ¿Tienes 30 años? ¡Pues va siendo horita!
Y ahí están, una carga innecesaria que fastidia los planes del fin de semana, las vacaciones y dan la coña cuando vuelves del trabajo. ¡Y, encima, tienen la indecencia de enfermar cuando menos conveniente resulta! ¡Menudos desagradecidos, les das todo lo que te sobra, y mira cómo te lo pagan!
Pero bueno, gracias a Dios, se inventaron los colegios, las guarderías, las extraescolares, las asociaciones de tiempo libre, los campamentos de verano, las convivenvias de fin de semana... ¡Incluso puedes dejarlos a desayunar en el cole! Para mis hijos, lo mejor.
Además, conforme crecen, puedes proyectar todas tus frustraciones en ellos. Puedes empezar por el ballet, el piano o cualquier otra actividad tremendamente compleja y sacrificada que se te ocurra. Así, además de tenerlos ocupados, puedes fardar de ellos.
Después, hay que decidir su futuro. Estudiarán la carrera para la que a ti no te dió la nota, heredarán el negocio familiar de cría de pulgas de colores o se casarán con la persona que a ti parezca más idónea. Como decía Hommer Simpson: Son mis hijos, soy su dueño.
Pero los muy rufianes crecen y pretenden pensar por sí mismo, tener vida propia y tomar sus propias decisiones. Yo no tuve hijos para eso... Así que la familia se desestructura y todo es una mierda. Los pobres chavales sienten el rechazo de aquellos a los que habían aprendido a querer y respetar, por lo que deciden alejarse de ese sentimiento punzante que produce no satisfacer los deseos de aquellos que les dieron la vida y a los que todo les deben.
Algunos sucumben al chantaje emocional, negándose a sí mismos y volviéndose criaturas desgraciadas, pero queridas. Otros, caen en el desdén de saberse repudiados, y buscan la atención de aquellos que aman, aunque sólo sea en forma de repugnancia e incomprensión. Unos pocos afortunados consiguen zafarse, a medias, del poder emocional de sus progenitores, labrándose una vida más o menos feliz en la que juran no reproducir los modelos parentales que tuvieron, y que se perpetúan generación tras generación.
No nos engañemos, el cáncer de la sociedad no son los jóvenes. Ellos son sólo las víctimas de esta enorme injusticia que se llama paternidad.
Ahora bien, el colmo del egoismo, que llega mucho más allá de todo lo antes expuesto, es engendrar un cadáver que no verá la luz del día, porque a ti no te conviene. Pero, claro, no sorprenden actitudes de este tipo ante el panorama reinante.
Señores, ser padre no es obligatorio. Si quieres tener hijos, que sea por ellos y para ellos, no por ti y para ti. Si buscas una criatura que haga tu voluntad y no moleste demasiado, vete a una tienda de animales. Pero, incluso con una mascota, asumes una responsabilidad. Así que, casi mejor, vete a vivir solo y cómprate un Tamagochi, que siempre puedes apagar cuando te toque demasiado las narices.
De verdad, me quito el sombrero ante esta paternidad responsable. Dios quiera que a mí no me pase...
Dedicado a los padres que no son así.
sábado, mayo 21, 2005
La tortuga y la liebre
[spoiler de la fábula] Cuenta la historia que una tortuga y una liebre decidieron hacer una carrera. Como la liebre iba sobrada, se confió y acabó perdiendo, porque se quedó dormida a mitad de camino, mientras la tortuga seguía avanzando hasta la meta. [/spoiler de la fábula]
Si lo piensas un momento, ¿qué dirías que eres, liebre o tortuga?
Pensaba yo sobre este cuento, no de un modo metafísico, sino totalmente material, ya que siempre he andado muy rápido y ahora me desespero cuando camino, porque tardo mucho en cubrir pequeñas distancias (me lesioné el otro día y tengo que andar con muletas). Sin embargo, reflexionando sobre esta pequeña historia, me he dado cuenta del gran símil que representa este cuento si nos planteamos la vida como una carrera.
Yo recuerdo que, hace años, cuando estaba en el cole, algunos de mis compañeros eran auténticas liebres, todo lo hacían rápido: Empezaron a salir de marcha muy pronto, a beber muy jóvenes, a fumar, a salir con chicos/as... No había que desaprovechar ningún momento. Todo era válido y, si estaba prohibido o era algo "de mayores", mejor que mejor.
Es curioso, porque yo entonces era señalada por ser una tortuga lenta y falta de valor. Me miraban como a un ser extraño que no sabía disfrutar de la vida. Andaba demasiado despacio para ellos, y por eso me despreciaban.
Ahora, miro hacia atrás y siento cierta lástima por ellos, porque quien va muy rápido no disfruta del paisaje, y ellos ni se dieron cuenta de que los años pasaban y que seguían comportándose como tiempo atrás. Se aferraron a su sentimiento de superioridad y dejaron pasar los días, los meses y los años... De este modo, mientras las tortugas seguían caminando, ellos se echaban la siesta, porque ya estaban de vuelta de todo. Algunos, en su valiente ensoñación, acabaron entrando en el mundo de las falsas ilusiones de las dorgas; mientras otros se dejaban llevar por su atascada madurez y perdían un curso tras otro, sin anhelar nada más allá del fin de seman. Hubo quien prefirió entregar su cuerpo a los placeres del sexo, pero nunca supo lo que eran el amor o el cariño. Noches de juerga y mañanas de resaca se sucedían, mientras sus cuerpos quedaban baldíos, víctimas del mal uso y la autodestrucción.
Tengo sus imágenes delante de mí, sobre mi cama, en esa orla que hicimos en 8º de EGB. Miro sus rostros y veo las tortugas y liebres de mi infancia. Busco en mi memoria e intento recordar qué ha sido de cada uno de ellos. A algunos les perdí la pista hace tiempo y no sé qué fue de sus vidas. Las liebres más rápidas están en procesos de desintoxicación, o maltrabajando y malviviendo por no haber sabido aprovechar las oportunidades que les ofreció la vida. Las más listas, nunca fueron tan rápido como para no poder decelerar, ni se pararon a descansar tanto tiempo como para desaprovechar su juventud, por lo que ahora salen adelante, como la mayor parte de las tortugas; que vamos terminando estudios, entrando en la vida laboral, teniendo parejas más o menos estables y, en suma, buscando la felicidad que toda persona desea, acorde con nuestra edad. Sin embargo, también están aquellas tortugas que, no queriendo salir de su coraza, quedaron en un estado de ivernación perpetuo y siguen comportándose y protegiéndose como niños, cuando deberían estar pensando y viviendo como adultos.
Tortuga o liebre, ¿tú qué eres? ¿Qué te gustaría ser? La decisión está en tus manos.
Dedicado a las liebres que, queriendo ganar la carrera, perdieron la vida.
lunes, mayo 16, 2005
Principio del cambio equivalente
No sé cuantas veces he escrito este post, ni cuantas volveré a escribirlo antes de postearlo, porque nunca me acaba de convercer el resultado... ¿Quién sabe? Quizá ésta sea la definitiva.
Como podéis observar, el título es la norma básica de la alquimia, que se repite al principio de cada uno de los capítulos de esa gran serie de animación japonesa: Full Metal Alchemist (ver web de Anime Rakuen para más información).
En la serie, todas las relaciones se establecen en base a este principio básico y saltárselo parece el sueño que todos anhelan, porque, poder conseguir más de lo que uno ofrece, parece el más apetecible de los deseos. Sin embargo, al final, todos pagamos el precio de nuestras acciones y apetencias, y ése parece el mensaje de fondo de esta vida en la que nos movemos. Toda acción tiene su reacción y no hay un hecho sobre la faz de la tierra que pase inadvertido en el ir y venir de las existencias.
Parece que todo debe estar en armonía, que cada uno recibe en función de lo que da. No hay transacciones baldías, todos recibimos el premio y el castigo por nuestras acciones, sea en la forma que sea. No obstante, miro en derredor y me pregunto qué ha hecho ese pobre niño para nacer en medio de una guerra, por qué el alcohol en la sangre de un irresponsable siega la vida de una madre de familia, dónde queda la justicia cuando el 20% de la población mundial acapara el 80% de las riquezas de esta tierra que, en teoría, pertenece a toda la humanidad.
Observo el mundo que me rodea y parece que este principio no se cumple, que no se ha cumplido jamás y que sólo algunos soñadores ilusos aún creen que puede llegar el día en que cada uno recoja según ha sembrado. Ésta es la promesa de las falsas tierras de las oportunidades, en las que todos seremos bienvenidos y podremos labrarnos un futuro digno y justo. Esas promesas de los utópicos de todos los signos, que nos llenan el corazón de esperanzas y las manos de sangre, porque podemos conseguir un mundo mejor si pagamos el precio. Pero todo es mentira, todo queda hecho pedazos y, al final, seremos afortunados si no hemos acumulado más deuda de la que teníamos al principio.
¿Dónde queda, pues, ese cambio equivalente en el que el hombre apuesta su vida y la pierde? ¿Cuál es el valor de esta existencia que con tanto desprecio miran los poderosos y con infinito amor miman los enamorados? ¿En base a qué se establecen las equivalencias?
Quizá no sea una norma personal que afecte a cada uno, sino una máxima que depende de la armónica relación de todos los seres que habitan este pequeño planeta. Es posible que, al polarizar el poder, la riqueza, el amor, el hambre y el odio; estemos saltándonos esta norma de interacción a una escala superior, en la que ya no somos individuos enfrentados a un principio, sino simples objetos de trueque en esta transmutación de la humanidad.
Sin embargo, al final, todos pagamos el precio, ricos y pobres, niños y ancianos, mujeres y hombres, humanidad y Gea... Todos pagamos el precio de la contaminación, del hambre, de la obesidad, del desenfreno, del amor mal entendido, de los golpes propinados, de las balas disparadas, de la sonrisa de un niño, de los besos de los enamorados, del sueño del iluminado y de la bondad de la madre tierra.
Igual que la ontogénesis del individuo reproduce, a grandes rasgos, la filogénesis de su especie; así también la persona única vivencia la historia de toda la humanidad en sus carnes; porque, igual que la genética ha dejado su legado, hemos herdado las riquezas y miserias de las vidas de los que nos precedieron.
Al final, en suma, el "Principio del cambio equivalente" se cumplirá en nuestras existenicas como lo hace en la suma de la creación. Ahora bien, al final, lo que se nos va a pedir en este trueque es la vida, ¿qué queremos obtener a cambio?
Dedicado a mi Ed particular
Como podéis observar, el título es la norma básica de la alquimia, que se repite al principio de cada uno de los capítulos de esa gran serie de animación japonesa: Full Metal Alchemist (ver web de Anime Rakuen para más información).
En la serie, todas las relaciones se establecen en base a este principio básico y saltárselo parece el sueño que todos anhelan, porque, poder conseguir más de lo que uno ofrece, parece el más apetecible de los deseos. Sin embargo, al final, todos pagamos el precio de nuestras acciones y apetencias, y ése parece el mensaje de fondo de esta vida en la que nos movemos. Toda acción tiene su reacción y no hay un hecho sobre la faz de la tierra que pase inadvertido en el ir y venir de las existencias.
Parece que todo debe estar en armonía, que cada uno recibe en función de lo que da. No hay transacciones baldías, todos recibimos el premio y el castigo por nuestras acciones, sea en la forma que sea. No obstante, miro en derredor y me pregunto qué ha hecho ese pobre niño para nacer en medio de una guerra, por qué el alcohol en la sangre de un irresponsable siega la vida de una madre de familia, dónde queda la justicia cuando el 20% de la población mundial acapara el 80% de las riquezas de esta tierra que, en teoría, pertenece a toda la humanidad.
Observo el mundo que me rodea y parece que este principio no se cumple, que no se ha cumplido jamás y que sólo algunos soñadores ilusos aún creen que puede llegar el día en que cada uno recoja según ha sembrado. Ésta es la promesa de las falsas tierras de las oportunidades, en las que todos seremos bienvenidos y podremos labrarnos un futuro digno y justo. Esas promesas de los utópicos de todos los signos, que nos llenan el corazón de esperanzas y las manos de sangre, porque podemos conseguir un mundo mejor si pagamos el precio. Pero todo es mentira, todo queda hecho pedazos y, al final, seremos afortunados si no hemos acumulado más deuda de la que teníamos al principio.
¿Dónde queda, pues, ese cambio equivalente en el que el hombre apuesta su vida y la pierde? ¿Cuál es el valor de esta existencia que con tanto desprecio miran los poderosos y con infinito amor miman los enamorados? ¿En base a qué se establecen las equivalencias?
Quizá no sea una norma personal que afecte a cada uno, sino una máxima que depende de la armónica relación de todos los seres que habitan este pequeño planeta. Es posible que, al polarizar el poder, la riqueza, el amor, el hambre y el odio; estemos saltándonos esta norma de interacción a una escala superior, en la que ya no somos individuos enfrentados a un principio, sino simples objetos de trueque en esta transmutación de la humanidad.
Sin embargo, al final, todos pagamos el precio, ricos y pobres, niños y ancianos, mujeres y hombres, humanidad y Gea... Todos pagamos el precio de la contaminación, del hambre, de la obesidad, del desenfreno, del amor mal entendido, de los golpes propinados, de las balas disparadas, de la sonrisa de un niño, de los besos de los enamorados, del sueño del iluminado y de la bondad de la madre tierra.
Igual que la ontogénesis del individuo reproduce, a grandes rasgos, la filogénesis de su especie; así también la persona única vivencia la historia de toda la humanidad en sus carnes; porque, igual que la genética ha dejado su legado, hemos herdado las riquezas y miserias de las vidas de los que nos precedieron.
Al final, en suma, el "Principio del cambio equivalente" se cumplirá en nuestras existenicas como lo hace en la suma de la creación. Ahora bien, al final, lo que se nos va a pedir en este trueque es la vida, ¿qué queremos obtener a cambio?
Dedicado a mi Ed particular
jueves, mayo 12, 2005
De nostalgias e ilusiones
El otro día, mirando por una ventana cualquiera, me puse a recordar todos esos momentos felices que quedaron en el pasado. ¡Cuántos amigos, días de risas y llantos, encuentros y desencuentros, momentos familiares, viajes, alegrías, penas...! Todo aparecía ante mis ojos empañado por ese color sepia que acompaña a los momentos de alegre tristeza, que son el pasado y el recuerdo. Nostalgia.
Después, el futuro se presentó ante mí como la más hermosa de las promesas. Era capaz de imginar mi vida con todo lujo de detalles. Tenía un trabajo estupendo, acorde con mis gustos y deseos, vivía en compañía de la persona que había decidido amar, tenía unos hijos capaces con colmarme de orgullo y felicidad, vivía en un lugar hermoso... Los días por llegar parecía la culminación de todos los sueños que alguna vez habían pasado por mi mente, iluminando la noche de mis pensamientos y llenando mi corazón de una paz pura y eterna, como sólo la muerte puede ofrecer. Ilusión.
Mi mente creaba imágenes una detrás de otra. Recuerdos y sueños se mezclaban, llenando de color los grises paisajes de mi alma. Todo parecía florecer a mi alrededor, creando un entorno exuberante a mi alrededor, capaz de aturdir mis sentidos más allá de los límites de lo imaginable.
Sin embargo, al detenerme en el cruce de caminos en que se encuentran el pasado y el futuro, me di cuenta de algo que vació mi corazón de esas emociones en que me encontraba inmersa. En un instante, cobré conciencia de que el pasado se había escurrido por el pequeño agujero del reloj de arena de mis años; y de que mi futuro no era más real que las estrellas fugaces, que surcan el cielo durante un segundo y se extinguen para siempre.
En ese instante, comprendí que intentar vivir del pasado era el absurdo del nostálgico, incapaz de avanzar en la vida, porque el deseo de volver a un lugar al que no ya pertenece embota sus pensamientos y congela sus acciones. Por otra parte, poner tu corazón y tu vida en manos del futuro es el juego del iluso, capaz sólo de pensar en el mañana y para el que toda acción no es más que otro medio para alcanzar un fin que jamás llega, porque cada día deja a su imaginación crear nuevas y más altas metas; que dejan lo conseguido relegado al puesto del absurdo.
De este modo, concluí que la única realidad y la única vida se encuentran en el presente, en el ahora, ahora mismo; ese instante que comieza y termina de forma constante, sin dejarnos tiempo para recordarlo o imaginarlo, porque ya ha vuelto a pasar y a empezar de nuevo. Ese día comprendí que si el pasado es la nostalgia y el futuro la ilusión, el presente es la felicidad. Quien lo viva, quien lo entienda, quien lo desee y quien no lo deje escapar sin haberlo aprovechado; ése será el verdadero sabio, el auténtico aventurero, el único ser feliz sobre la faz de la tierra.
Dedicado a Luis Javier
Después, el futuro se presentó ante mí como la más hermosa de las promesas. Era capaz de imginar mi vida con todo lujo de detalles. Tenía un trabajo estupendo, acorde con mis gustos y deseos, vivía en compañía de la persona que había decidido amar, tenía unos hijos capaces con colmarme de orgullo y felicidad, vivía en un lugar hermoso... Los días por llegar parecía la culminación de todos los sueños que alguna vez habían pasado por mi mente, iluminando la noche de mis pensamientos y llenando mi corazón de una paz pura y eterna, como sólo la muerte puede ofrecer. Ilusión.
Mi mente creaba imágenes una detrás de otra. Recuerdos y sueños se mezclaban, llenando de color los grises paisajes de mi alma. Todo parecía florecer a mi alrededor, creando un entorno exuberante a mi alrededor, capaz de aturdir mis sentidos más allá de los límites de lo imaginable.
Sin embargo, al detenerme en el cruce de caminos en que se encuentran el pasado y el futuro, me di cuenta de algo que vació mi corazón de esas emociones en que me encontraba inmersa. En un instante, cobré conciencia de que el pasado se había escurrido por el pequeño agujero del reloj de arena de mis años; y de que mi futuro no era más real que las estrellas fugaces, que surcan el cielo durante un segundo y se extinguen para siempre.
En ese instante, comprendí que intentar vivir del pasado era el absurdo del nostálgico, incapaz de avanzar en la vida, porque el deseo de volver a un lugar al que no ya pertenece embota sus pensamientos y congela sus acciones. Por otra parte, poner tu corazón y tu vida en manos del futuro es el juego del iluso, capaz sólo de pensar en el mañana y para el que toda acción no es más que otro medio para alcanzar un fin que jamás llega, porque cada día deja a su imaginación crear nuevas y más altas metas; que dejan lo conseguido relegado al puesto del absurdo.
De este modo, concluí que la única realidad y la única vida se encuentran en el presente, en el ahora, ahora mismo; ese instante que comieza y termina de forma constante, sin dejarnos tiempo para recordarlo o imaginarlo, porque ya ha vuelto a pasar y a empezar de nuevo. Ese día comprendí que si el pasado es la nostalgia y el futuro la ilusión, el presente es la felicidad. Quien lo viva, quien lo entienda, quien lo desee y quien no lo deje escapar sin haberlo aprovechado; ése será el verdadero sabio, el auténtico aventurero, el único ser feliz sobre la faz de la tierra.
Dedicado a Luis Javier
martes, mayo 10, 2005
El friki, un ilustrado postmoderno
Paseando por la calle, encontramos un gran número de personas, especialmente entre la juventud, que se identifican con un grupo social concreto por el modo de vestir, la música y otros rasgos culturales que les convierten en lo que se conoce como: Tribus urbanas.
Por alguna extraña razón, se ha tendido a incluir a los llamados "frikis" dentro de esta clasificación, utilizando estereotipos de personas obsesivas, crédulas, inadaptadas socialmente y poco cuidadas. Ésta es la razón por la que, cuando encuentras a un friki por la calle y le informas de que lo es, reacciona muy negativamente, puesto que no se siente parte de ese grupo de personas extrañas con que le asocias.
Ser friki no tiene nada que ver con obsesionarse con las cosas, creer que la ciencia ficción es real, no tener amigos o ser una persona de dudosos hábitos de higiene. El friki suele ser una persona de nivel cultural medio-alto, con un importante interés por la cultura general y un gran deseo de desarrollar su creatividad y su sentido estético; en un marco socio-cultural alternativo al borreguismo que impera en la sociedad general, aletargada por el sueño de la ignorancia y embriagada por los aromas de la tele-basura y la publicidad.
Lo primero que uno tiene que comprender cuando se acerca a la realidad de los frikis es que no todos son iguales. Bajo esta denominación se ampara un amplio grupo de personas con intereses muy dispares, en ocasiones opuestos. Sin embargo, todas ellas tienen algo en común: Una búsqueda sincera de algo más allá de lo que su vida y su sociedad inmediata les ofrece. Lo pueden encontrar en juegos de rol, la literatura fantástica, de ciencia ficción o histórica, los juegos de estrategia o matemáticos, el cine, el comic, el dibujo, la escritura o cualqueir otro medio de expresión de ideas, sentimientos y sensaciones que vaya más allá de lo que les viene dado por una sociedad alienante, decadente y desencantada.
El friki es una persona con altos ideales, que cree que las cosas pueden ser y pueden hacerse de una forma diferente. Por ello, emplea su imaginación y todas sus potencialidades poniéndolas al servicio de su causa; que no tiene por qué ser salvar al mundo, pero sí mostrarle que existen alternativas a un modo de vida que arruina las ilusiones y los sueños que habitan en lo más profundo del corazón del hombre. Mientras otros acallan esa voz que clama desde lo más íntimo de su ser, estas personas han optado por, no sólo escucharla, sino dejar que se exprese con libertad en esta tierra en que ser libre está mal visto, porque rompe con los prejuicios de la mayoría de las personas.
Gracias a este grupo de personas del que hablamos, de esta comunidad friki, que se encuentra mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos; podemos disfrutar de una manera de entender el arte que no es nueva, pero resulta innovadora: Las artes gráficas crean monstruos, quimeras y un sinfín de situaciones capaces de mover el corazón; el séptimo arte, el cine, inunda las pantallas de ideales que parecían perdidos en una sociedad relativista, en la que luchar por el amor y la justicia parecen no tener cabida; miles de sueños anidan en las palabras de los literatos, dando lugar a una inmensidad de mundos e historias que vuelven a ilusionar a jóvenes y adultos, como sólo habían logrado hacerlo las obras de Homero, Cervantes o Julio Verne; así mismo, renacen en nuestra cultura dos fenómenos que ya existían, pero que cobran un nuevo significado. Hasta ahora, los dibujos animados y los tebeos eran sólo cosas de niños que no tenían cabida en la vida adulta. Sin embargo, las influencias americanas y, principalmente, orientales, nos ayudan a recuperar estas formas de expresión que en sus orígenes estaban más orientadas a un público maduro que infantil. El arte parece encontrar nuevos caminos a través de la exploración de antiguas formas de expresión que se tornan innovadoras.
Los frikis están creando una cultura nueva, también a través de la tecnología, en la que descubren nuevos modos de expresión y comunicación; estructuras innovadoras para compartir sus descubrimientos y sus obras. Porque, señores, Pérez Galdós ya no se reúne en La Fontana de Oro, sino en el foro literario; y los artistas ya no publican su obra en un diario a modo de suplemento, sino en una web, en la que pueden interactuar con sus lectores, como no había sucedido hasta ahora.
Se habla de una tribu urbana, pero no me parece un término adecuado. Nos encontramos ante un fenómeno que está cambiando ideas, planteamientos y ofreciendo novedad a una sociedad que se estanca en la rutina y el aburrimiento. Lo frikis pueden ser el oasis de una forma de entender la cultura diferente, que cobra fuerza en manos de la élite intelectua formada en nuestras universidades. No sería descabellado pensar que nuestro futuro cultural está en sus manos.
Por alguna extraña razón, se ha tendido a incluir a los llamados "frikis" dentro de esta clasificación, utilizando estereotipos de personas obsesivas, crédulas, inadaptadas socialmente y poco cuidadas. Ésta es la razón por la que, cuando encuentras a un friki por la calle y le informas de que lo es, reacciona muy negativamente, puesto que no se siente parte de ese grupo de personas extrañas con que le asocias.
Ser friki no tiene nada que ver con obsesionarse con las cosas, creer que la ciencia ficción es real, no tener amigos o ser una persona de dudosos hábitos de higiene. El friki suele ser una persona de nivel cultural medio-alto, con un importante interés por la cultura general y un gran deseo de desarrollar su creatividad y su sentido estético; en un marco socio-cultural alternativo al borreguismo que impera en la sociedad general, aletargada por el sueño de la ignorancia y embriagada por los aromas de la tele-basura y la publicidad.
Lo primero que uno tiene que comprender cuando se acerca a la realidad de los frikis es que no todos son iguales. Bajo esta denominación se ampara un amplio grupo de personas con intereses muy dispares, en ocasiones opuestos. Sin embargo, todas ellas tienen algo en común: Una búsqueda sincera de algo más allá de lo que su vida y su sociedad inmediata les ofrece. Lo pueden encontrar en juegos de rol, la literatura fantástica, de ciencia ficción o histórica, los juegos de estrategia o matemáticos, el cine, el comic, el dibujo, la escritura o cualqueir otro medio de expresión de ideas, sentimientos y sensaciones que vaya más allá de lo que les viene dado por una sociedad alienante, decadente y desencantada.
El friki es una persona con altos ideales, que cree que las cosas pueden ser y pueden hacerse de una forma diferente. Por ello, emplea su imaginación y todas sus potencialidades poniéndolas al servicio de su causa; que no tiene por qué ser salvar al mundo, pero sí mostrarle que existen alternativas a un modo de vida que arruina las ilusiones y los sueños que habitan en lo más profundo del corazón del hombre. Mientras otros acallan esa voz que clama desde lo más íntimo de su ser, estas personas han optado por, no sólo escucharla, sino dejar que se exprese con libertad en esta tierra en que ser libre está mal visto, porque rompe con los prejuicios de la mayoría de las personas.
Gracias a este grupo de personas del que hablamos, de esta comunidad friki, que se encuentra mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos; podemos disfrutar de una manera de entender el arte que no es nueva, pero resulta innovadora: Las artes gráficas crean monstruos, quimeras y un sinfín de situaciones capaces de mover el corazón; el séptimo arte, el cine, inunda las pantallas de ideales que parecían perdidos en una sociedad relativista, en la que luchar por el amor y la justicia parecen no tener cabida; miles de sueños anidan en las palabras de los literatos, dando lugar a una inmensidad de mundos e historias que vuelven a ilusionar a jóvenes y adultos, como sólo habían logrado hacerlo las obras de Homero, Cervantes o Julio Verne; así mismo, renacen en nuestra cultura dos fenómenos que ya existían, pero que cobran un nuevo significado. Hasta ahora, los dibujos animados y los tebeos eran sólo cosas de niños que no tenían cabida en la vida adulta. Sin embargo, las influencias americanas y, principalmente, orientales, nos ayudan a recuperar estas formas de expresión que en sus orígenes estaban más orientadas a un público maduro que infantil. El arte parece encontrar nuevos caminos a través de la exploración de antiguas formas de expresión que se tornan innovadoras.
Los frikis están creando una cultura nueva, también a través de la tecnología, en la que descubren nuevos modos de expresión y comunicación; estructuras innovadoras para compartir sus descubrimientos y sus obras. Porque, señores, Pérez Galdós ya no se reúne en La Fontana de Oro, sino en el foro literario; y los artistas ya no publican su obra en un diario a modo de suplemento, sino en una web, en la que pueden interactuar con sus lectores, como no había sucedido hasta ahora.
Se habla de una tribu urbana, pero no me parece un término adecuado. Nos encontramos ante un fenómeno que está cambiando ideas, planteamientos y ofreciendo novedad a una sociedad que se estanca en la rutina y el aburrimiento. Lo frikis pueden ser el oasis de una forma de entender la cultura diferente, que cobra fuerza en manos de la élite intelectua formada en nuestras universidades. No sería descabellado pensar que nuestro futuro cultural está en sus manos.
lunes, mayo 09, 2005
¿Por qué "La Noche Oscura"?
Hola a todos:
Bienvenidos a mi nuevo blog.
"La Noche Oscura" es el término con el que San Juan de la Cruz, persona muy espiritual y gran poeta, se refería a los momentos en los que nos sentimos solos, asustados, tristes y lejos de nuestro camino. Por eso, he decidido poner este nombre a esta página, porque en ella intentaré alumbrar un poco las preguntas incontestables que tantas veces nos hacemos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
En pocas palabras, te acabas de meter en una página en la que la filosofía y la poesía se buscan (ya veremos si consiguen encontrarse), con el fin de responder a los anhelos más profundos del alma. Si te atreves a cabalgar conmigo en esta aventura, toma tu montura y ponla al galope, porque el tiempo del desierto toca a su fin y hay que tomar el camino que conduce a la bulliciosa ciudad de la vida.
Bienvenidos a mi nuevo blog.
"La Noche Oscura" es el término con el que San Juan de la Cruz, persona muy espiritual y gran poeta, se refería a los momentos en los que nos sentimos solos, asustados, tristes y lejos de nuestro camino. Por eso, he decidido poner este nombre a esta página, porque en ella intentaré alumbrar un poco las preguntas incontestables que tantas veces nos hacemos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
En pocas palabras, te acabas de meter en una página en la que la filosofía y la poesía se buscan (ya veremos si consiguen encontrarse), con el fin de responder a los anhelos más profundos del alma. Si te atreves a cabalgar conmigo en esta aventura, toma tu montura y ponla al galope, porque el tiempo del desierto toca a su fin y hay que tomar el camino que conduce a la bulliciosa ciudad de la vida.
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