miércoles, julio 25, 2012

Cabeza de perro

Noche de verano. Calor sofocante en Madrid. Huele a humedad.

Por la ventana se ve el movimiento de las ramas. La abro y oigo el sonido de los objetos arrastrados por el viento, las hojas de los árboles rozándose.

Aires de tormenta.

La humedad en el ambiente trae promesas de frescor y olor a vida.

Una luz rasga la noche. El trueno se hace esperar.

Las nubes están lejos.

Mi cabeza por la ventana. El rechinar de las poleas. Ropa seca todavía, mejor rescatarla ahora.

Aire freco. Aire húmedo. Aire que acaricia mis sentidos.

Todo está hecho. No hay más que recoger. Pero yo no me recojo.

Medio cuerpo por la ventana. Cara a contraviento. Pelos a la virulé.

Cabeza de perro.

miércoles, julio 11, 2012

Inmortal

"La materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma."

Soy una chispa de la gran explosión del Big Bang.

Soy partículas fundamentales del universo, moléculas de la galaxia, polvo de estrellas.

Soy tierra. Soy aire. Soy fuego. Soy agua.

Soy aminoácidos de la primera proteína.

Soy hija de la primera célula.

Soy fruto de la unión de células del primer organismo pluricelular.

Soy una monera, una protista, un hongo, un vegetal, un animal.

Soy un trilobites, un dinosaurio, un mamut, el primer homínido, el primer homo sapiens sapiens.

Soy africana, europea, asiática, americana, oceánica.

Soy mujer. Soy hombre.

Soy niña. Soy anciano. Soy joven. Soy madura.

Soy parta. Soy medo. Soy egipcio. Soy romana. Soy judía. Soy asirio. Soy griego. Soy fenicia.

Soy noble. Soy plebeyo.

Soy cristiano. Soy musulmana. Soy budista. Soy animista. Soy panteísta. Soy atea.

Soy científico. Soy chamán. Soy fraile.

Soy madre. Soy padre. Soy abuelo. Soy nieta. Soy hijo.

Soy todo. Soy algo. Soy principio. Soy fin.

Soy presente. Soy pasado. Soy futuro.

Soy inmortal.

Y, si todo eso es mi cuerpo, mi materia, mi ser tangible, ¿no es limitado pensar que lo que es mí alma, mi espíritu, mi ser intangible, tiene fecha de caducidad?

sábado, julio 07, 2012

Con la muerte en los talones

Todo empezó el miércoles pasado, cuando una llamada perdida de mi padre me mosqueó por la hora y lo infrecuente. Pensé que igual había pasado algo, pero como sólo tenía esa llamada, no había insistido, ni me había llamado nadie más, pensé: "Será cualquier chorrada."

Cuando le llamé no cogía, así que esperé a que me llamara él.

Su llamada llegó conmigo de camino al parque con las dos pequeñas. ¿El mensaje? "Se ha muerto tu prima."

Una prima mía que estaba sana y lozana como una manzana había tenido un accidente y había muerto. Una chica joven, de 34 años, con un montón de ilusiones y sueños que no llegarían a realizarse.

Al día siguiente, mi padre volvió a llamarme. Esta vez, quería hablar de nuestro perro. La verdad es que lo vi venir y estaba todo lo preparada que se puede estar para estas cosas.

Hace unos meses, mi padre y yo habíamos hablado de ese día, y él sabía que yo quería estar allí, acompañando al amigo que tantas veces me había hecho compañía a mí en lo bueno y en lo malo. Lo consideraba mi responsabilidad: Mi perro para lo bueno y para lo malo.

Al día siguiente, después de la hora de cerrar, llegamos a nuestro veterinario e hicimos lo que había que hacer. Fue duro, pero a la luz de lo de mi prima, una coge perspectiva y, aunque era un perro maravillosos, era eso: Sólo un perro.

Esa reflexión es muy racional y, como he dicho, te da perspectiva, pero la tristeza, la sensación de pérdida... los sentimientos en general, no es que sean muy racionales.

El lunes, pasadas ya estas desgracias, mi madre apareció por sorpresa en casa para ver a sus nietas. No llevaba una hora cuando le llamó una amiga suya. El hermano de una de mis mejores amigas de la infancia había muerto (la amiga le llamaba porque había sido compañero de clase de mi hermano y de su hijo) y querían quedar con mi madre para ir al tanantorio.

Ni cortas ni perezosas, nos organizamos para ir al pueblo donde viven mis padres (donde estaba el tanatorio) e ir a presentar nuestros respetos. Mi hija mayor se quedó con su tío, pero la pequeña no hubo dónde dejarla, así que mi madre y yo nos turnamos para entrar a dar pésames, abrazos y mensajes de apoyo.

Cuando, en menos de una semana, te pasan todas estas cosas, no puedes dejar de pensar en todas las caras que tiene la muerte.

Dos personas jóvenes, con una vida llena de ilusiones y proyectos por delante. En un caso, sin avisar; en el otro, tras dos años de lucha contra la leucemia. Dos vidas, dos dramas, dos familias hechas polvo, montones de amigos desolados...

Podría ser yo, pero también mi marido, o alguna de mis hijas. Podrían ser mis hermanos, mis padres. Podría ser cualquiera de nuestros amigos, compañeros de trabajo, vecinos.

La muerte no distingue. No entiende de edades, clases sociales, nivel educativo... Cuando llega, llega y ya está. No hay marcha atrás. Es irrevocable.

La maleta hecha. Eso es lo que se suele decir a las personas que creen en Dios y en una vida postmortem. La maleta hecha "porque no sabemos el día ni la hora."

Pero, ¿y para la muerte de los que amamos? ¿Podemos estar preparados para eso?