lunes, mayo 16, 2005

Principio del cambio equivalente

No sé cuantas veces he escrito este post, ni cuantas volveré a escribirlo antes de postearlo, porque nunca me acaba de convercer el resultado... ¿Quién sabe? Quizá ésta sea la definitiva.

Como podéis observar, el título es la norma básica de la alquimia, que se repite al principio de cada uno de los capítulos de esa gran serie de animación japonesa: Full Metal Alchemist (ver web de Anime Rakuen para más información).

En la serie, todas las relaciones se establecen en base a este principio básico y saltárselo parece el sueño que todos anhelan, porque, poder conseguir más de lo que uno ofrece, parece el más apetecible de los deseos. Sin embargo, al final, todos pagamos el precio de nuestras acciones y apetencias, y ése parece el mensaje de fondo de esta vida en la que nos movemos. Toda acción tiene su reacción y no hay un hecho sobre la faz de la tierra que pase inadvertido en el ir y venir de las existencias.

Parece que todo debe estar en armonía, que cada uno recibe en función de lo que da. No hay transacciones baldías, todos recibimos el premio y el castigo por nuestras acciones, sea en la forma que sea. No obstante, miro en derredor y me pregunto qué ha hecho ese pobre niño para nacer en medio de una guerra, por qué el alcohol en la sangre de un irresponsable siega la vida de una madre de familia, dónde queda la justicia cuando el 20% de la población mundial acapara el 80% de las riquezas de esta tierra que, en teoría, pertenece a toda la humanidad.

Observo el mundo que me rodea y parece que este principio no se cumple, que no se ha cumplido jamás y que sólo algunos soñadores ilusos aún creen que puede llegar el día en que cada uno recoja según ha sembrado. Ésta es la promesa de las falsas tierras de las oportunidades, en las que todos seremos bienvenidos y podremos labrarnos un futuro digno y justo. Esas promesas de los utópicos de todos los signos, que nos llenan el corazón de esperanzas y las manos de sangre, porque podemos conseguir un mundo mejor si pagamos el precio. Pero todo es mentira, todo queda hecho pedazos y, al final, seremos afortunados si no hemos acumulado más deuda de la que teníamos al principio.

¿Dónde queda, pues, ese cambio equivalente en el que el hombre apuesta su vida y la pierde? ¿Cuál es el valor de esta existencia que con tanto desprecio miran los poderosos y con infinito amor miman los enamorados? ¿En base a qué se establecen las equivalencias?

Quizá no sea una norma personal que afecte a cada uno, sino una máxima que depende de la armónica relación de todos los seres que habitan este pequeño planeta. Es posible que, al polarizar el poder, la riqueza, el amor, el hambre y el odio; estemos saltándonos esta norma de interacción a una escala superior, en la que ya no somos individuos enfrentados a un principio, sino simples objetos de trueque en esta transmutación de la humanidad.

Sin embargo, al final, todos pagamos el precio, ricos y pobres, niños y ancianos, mujeres y hombres, humanidad y Gea... Todos pagamos el precio de la contaminación, del hambre, de la obesidad, del desenfreno, del amor mal entendido, de los golpes propinados, de las balas disparadas, de la sonrisa de un niño, de los besos de los enamorados, del sueño del iluminado y de la bondad de la madre tierra.

Igual que la ontogénesis del individuo reproduce, a grandes rasgos, la filogénesis de su especie; así también la persona única vivencia la historia de toda la humanidad en sus carnes; porque, igual que la genética ha dejado su legado, hemos herdado las riquezas y miserias de las vidas de los que nos precedieron.

Al final, en suma, el "Principio del cambio equivalente" se cumplirá en nuestras existenicas como lo hace en la suma de la creación. Ahora bien, al final, lo que se nos va a pedir en este trueque es la vida, ¿qué queremos obtener a cambio?


Dedicado a mi Ed particular

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No se si será equivalente o no... solo te puedo decir: I Want You to Comment! ;D

Un saludo!

Anónimo dijo...

confiar en que un poder superior nos pesara en una balanza
que el fiel no se incline a ningun lado
que reparta por igual
mas a quien haya tenido menos
es bonito pensarlo
la realidad parece tener una balanza sin pesas que la equilibren
cada dia, cada noche