Y os preguntaréis, ¿y a mí que me importa eso? Realmente nada, pero es curioso, porque un amigo mío, que está estudiando otra carrera, está haciendo exactamente lo mismo al otro lado del messenger, es decir, en su casa.
La adversidad une a las personas más que la dicha, y así estamos nosotros, unidos en nuestra desgracia, intentando darnos ánimos (y alguna puñaladita) el uno al otro.
Perra vida la del estudiante, máxime cuando se juega algo importante como entrar en la carrera, evitar que le echen, pasar esa asignatura que le cierra curso o terminar sus estudios. Todas ellas buenas razones para mantenerse en vigilia hasta altas horas de la madrugada.
¿Quién no se ha quedado nunca hasta las tantas para imprimir un trabajo kilométrico, aún a sabiendas de que el profesor no lo leerá? ¿Quién no se ha dormido encima de los apuntes la víspera de un examen, porque los palillos de dientes se le habían caído de los párpados? ¿Cuántas veces no habremos hecho peor un examen por intentar estudiar un par de horas más?
Un café... Sólo un café para aguantar un par de horitas más...
Pero, como decía aquel famoso entrenador (aunque no lo suficiente como para que recuerde su nombre a estas horas de la noche), el entrenamiento es dolor y sufrimiento. Pues el estudio, ¡no te quiero ni contar! Además, se parece mucho al deporte, porque todos salen de línea de salida, pero no todos llegan a la meta. Algunos, se dopan a base de proteínas de papel, y a veces los pillan en el control y los descalifican. Otros llevan sus amuletos, como esa camiseta raída y asquerosa, pero con la que jamás ha perdido una prueba. Todo parece valer, como en una carrera de Los autos locos.
Chicos, es la recta final, no os rindáis, que ya nos queda menos. Y, cuando terminemos... ¡Vacaciones! Aunque no será para mí, pero eso ya os lo contaré en otro post.
Como decía un chico que conocí en primero de carrera: Estudiad poco y que os cunda mucho.
Dedicado a Jorge Luis, compañero de penalidades.
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