Esto me hace reflexionar y preguntarme qué hago para no aburrirme otros días. La conclusión es sencilla: No tener tiempo para ello. Entre el trabajo, los amigos, el taekwondo (sí, señores, he vuelto...), la familia... No suelo tener mucho tiempo libre y, si lo tengo, hay algún libro o tebeo pululando por ahí a la espera de ser devorado (que leo aunque no tenga tiempo, quitándome horas de sueño).
Hoy, sin embargo, tenía tanto libro como tebeos, pero no me apetecía ninguna de las dos cosas. De hecho, he ido a mi tienda friki habitual y no he encontrado nada que realmente me llamara. Es cierto que algunos tebeos y libros han captado mi atención, pero no lo suficiente como para comprar algo.
Al final, he acabado alquilando un par de películas: Separados (Peyton Reed, 2006) y La cena de los idiotas (Francis Veber, 1997), de las que sólo he visto la primera (la otra la reservo para mañana).
Descubro, con cierto asombro, que la inactividad me mata. No es que sea novedoso, es que hace tiempo que no estaba inactiva a este nivel. Llevo con el índice de actividad bajo desde que volví de vacaciones (entre otras razones, porque he estado con el peor catarro que recuerdo en muchos años) y ya empiezo a resentirme.
Además, me doy cuenta de que no soy la única. Mi hermana, que es una estudiante... Es La Estudiante, ha terminado exámenes y también está que se sube por las paredes porque, a pesar del trabajo, su nivel de actividad se ha reducido mucho esta semana.
Expresarse, dar forma al pensamiento, hallar significado a mis experiencias... ¿O de verdad creéis que escribo porque me aburro?
De esto deduzco que el problema es que estamos acostumbradas a vivir a tanta velocidad que cuando vamos a un ritmo más razonable, sentimos que vamos a paso de tortuga, que el paisaje cambia demasiado despacio y que no vamos a llegar nunca a un destino que desconocemos, pues hemos olvidado a dónde íbamos.
Vivimos muy rápido, quizá demasiado. Llega un punto en que no sé si nos damos suficiente tiempo para disfrutar de los momentos, de las cosas que están pasando aquí y ahora. Yo soy feliz, me siento feliz; pero quizá nos disfruto ni comparto mi felicidad todo lo que podría, todo lo que debería.
Medito sobre ello y no encuentro razones para pensar así, para creer que desaprovecho mi felicidad. Sin embargo, creo que es un buen momento para saborear esta entrada en el blog y compartir con vosotros mi conclusión final: Si me aburro, es porque no sé disfrutar de todos los ritmos de la vida, y ésa es una riqueza que me estoy perdiendo. Por tanto, la próxima vez descartaré el aburrimiento y disfrutaré de ese rato de silencio y paz en medio de la vida, que no es una pérdida de tiempo, sino un auténtico regalo.
Dedicado al que me aguanta en el messenger. Dios le dé paciencia...
1 comentario:
Me parece genial que combatas el 'aburrimiento' escribiendo, aunque creo que si tienes cosas que hacer, por ejemplo, leer otros blogs ;-), intensificar tu contacto con el mercado inmobiliario, recuperar el tono físico para que no te den palizas en Taekwondo, practicar repostería... y si todo esto te viene pequeño, ¡métete con otro idioma que expanda tu mundo! Sugiero... ¡el japonés!
Publicar un comentario