jueves, septiembre 13, 2007

Abusos y maltratos

Como ya sabéis, yo viajo bastante y este verano he hecho tres Grandes viajes (a parte de otros más pequeños de los que no os he hablado). Esto me ha hecho moverme por distintos aeropuertos y compañías, con mayor o menor suerte y, precisamente, es de estas experiencias de donde surge esta reflexión.

Para mis 3 viajes, he volado con 4 compañías: Turkish Airlines, TAP Portugal, British Airwaysy Qantas.

Viaje 1: Madrid-Estambul, Estambul-Trabzon (Turkish).

El viaje a con la compañía turca fue el menos complicado. Aún no entiendo el motivo por el que una compañera y yo pudimos facturar hasta destino, mientras otros dos compañeros tuvieron que facturar hasta Estambul y volver a faturar hasta Trabzon allí. Sé que alegaron que Trabzon no tenía terminar internacional, pero, en ese caso, lo lógico hubiera sido que todos recibiéramos el mismo trato.

Es la segunda vez que vuelo a Turquía con esta compañía y debo decir que no he tenido mayores complicaciones. La atención es buena y los aviones están cuidados.

La mayor pega podrían ser los aeropuertos, que tienen una zona comercial muy deficitaria y, concretamente en Trabzon, la mitada de la terminal es una carpa a la que a veces llegan tus maletas y a veces no (las mías llegaron al edificio de la terminal, propiamente dicho, a pesar de que el resto de personas de mi vuelo las recogieron en la carpa, pero nada grave).


Viaje 2: Madrid-Lisboa, Lisboa-Río de Janeiro (TAP Portugal).

Éste fue, sin duda, el peor viaje de todos. Tanto la ida como la vuelta fueron problemáticas y nunca me he sentido tan maltratada por el personal de una compañía aérea.

Salimos de Madrid en hora y sin problemas, pero, al sentarnos en el segundo avión, experimentamos cómo el tiempo pasaba sin que aquello se moviera ni nos dieran más explicaciones. Nos dijeros que había un problema técnico y que tendríamos que esperar un poco para despegar. Después de 4 horas en un avión que no se había movido un centímetro, decidieron que iban a darnos de comer antes de hacernos bajar del aparato. Preguntamos a las azafatas qué decía la normativa sobre tener a todo el pasaje 5 horas en un avión que no despega y la respuesta fue que no lo sabían.

Al bajar, fuimos a poner una queja a la compañía y, mientras tanto, se repartieron los bonos de comida y las tarjetas telefónicas a las que teníamos derecho entre el pasaje, no encontrándonos nosotros allí. Cuando fuimos a reclamar ambas cosas, nos dijeron que comida sí, pero que no tenían tarjetas. Yo exigí la mía, puesto que tenía derecho a ella según la legislación europea y me dijeron que esperara.

5 horas después de haber bajado del avión, comenzó el embarque y aún no tenía tarjeta de teléfono, por lo que me pidieron que siguiera esperando. Esperé y esperé hasta convertirme en uno de los últimos pasajeros en subir, para encontrarme con la ingrata sorpresa de que el avión era más pequeño que el anterior y que habían pedido a la gente que se sentara donde pudiera, por lo que comprenderéis que me quedé con uno de los peores asientos.

Una de las pegas fue que no podía echar atrás mi asiento, dado que tenía un chaval bastante alto detrás. Por tanto, pedía al personal que si podía sertarme en algún otro aisento para echar una cabezada. Debo decir que uno de ellos se portó muy bien y me dijo que fuera a la parte delantera y preguntara qué se podía hacer. La respuesta que encontré fue, literalmente, que si quería volar cómoda que hubiera comprado un billete de primera clase. Ante demejante respuesta, emitida de muy malas maneras, por cierto, contesté que yo tenía un asiento de pasillo en mi billete y que, si se quería poder así, me diera el asiento que me correspondía y por el que había pagado, no el peor del avión cuando, además, había sido culpa de sus compañeros que entrata la última del pasaje. Gritando contestó que nadie tenía la culpa de que el avión no hubiera podido despegar y que los que volamos en tercera no teníamos derecho a nada, así que ya podía ir callándome. Después de contestarle que la culpa era de alguien, de su compañía que no había sido capaz de cumplir con sus compromisos y que, además, la legislación europea me amparaba, volví a mi sitio, sin poder dormir y con una mala leche de aupa el Erandio.

La vuelta, sin embargo, sólo fue un poco mejor porque peor no podía ser. Salimos con retraso, 4 horitas de nada en el aeropuerto de Río de Janeiro, que ni siquiera tiene una cafetería digna de tal nombre. Al menos en Trabzon tenías dónde sentarte a tomar un café, un helado o un sandwich.

Además, el retraso suponía perder la conexión y, a pesar de los intentos del chico del mostrador de embarque por buscarnos conexión, nos tiramos una hora tranquilamente en un proceso poco fructífero, puesto que nos dieron una conexión que no era la más óptima. De todas formas, ese avión también salió retrasado casi una hora, así que volvimos a acumular un retraso más que respetable.


Viaje 3: Madrid-Londres (British Airways), Londres-Bangkok (Qantas).

De la ida no tengo queja alguna. Todo estuvo claro, conectó bien y las maletas llegaron a destino sin complicaciones.

El regreso, sin embargo, no fue tan halagüeño. Llegamos al aeropuerto y, ya en el embarque, nos informaron de que salíamos con 4 horas de retraso. Además, fueron incapaces de darme un asiento en pasillo (creo que porque a la asistente no le dio la gana), ni de sentarme con el compañero con el que viajaba.

Al menos, la nueva terminal internacional de Bangkok está muy bien pensada y tiene todo tipo de tiendas y cafeterías. Además, Qantas nos dio un vale de comida que valía para dos de los restaurantes y que, en lugar de limitar lo que podíamos comer, ponía un límite de precio a partir del cual teníamos que pagar nosotros.

En Londres, tuvimos que pasar los estrictos controles a los que te someten una y otra vez, para descubrir que teníamos un nuevo retraso por delante. Retraso que aún se agravería más una vez montados en el avión. Al final, otro porrón de horas tarde con un simple: Disculpen las molestias.


Conclusión:

Nadie te maltrata más y de un modo más indemne que las empresas aeronáuticas. Pueden salir con retraso, hablarte mal, darte los asientos que les dé la gana... Y no responden ante nadie. Pasas horas y horas entre aeropuertos y aviones y nadie responder por los perjuicios que te producen. Además, la legislación sólo te ampara si decides no volar, indemnizándote sólo por el valor del billete y no por el tiempo perdido y el dinero que ha podido suponer.

Me parece vergonzoso que una empresa pueda dar un servicio mucho peor que el que uno ha contratado y que no tengas modo alguno de defenderte de ellos. Es indignante.

En base a todo lo expuesto, me atrevo recomendaros volar con Turkish, British o Qantas que, aunque tienen sus cosas, no te tratan tan mal como otras. Sin embargo, os desaconsejo encarecidamente a TAP Portugal, la empresa aeronáutica que peor me ha tratado en toda mi vida (y mira que Iberia se esmeró hace un par de años con un retraso que me supuso llegar 24 horas tarde a destino).


Dedicado a las pobres almas que vuelan con frecuencia.

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