Hoy quiero escribir a mi marido para decirle que le quiero.
Nos casamos hace poco más de tres años, después de 7 años de conocimiento progresivo, que concluyeron tras dos años de noviazgo.
Todos
los días, tengo que dar gracias a Dios por la familia que hemos
formado. Somos un matrimonio feliz, con dos hijas maravillosas.
No
tenemos muchas seguridades en nuestra vida. Nos casamos sin piso, sin
coche... Apenas unos ahorros, que cualquier día nos robará el banco, son
el único colchón si la cosa se tuerce.
Tampoco tenemos
trabajos muy estables. Él tiene un contrato temporal y yo, aunque lo
tengo indefinido, no sé qué será de mí mañana.
No, no
soy victimista. Éste es el camino que hemos elegido y lo hemos hecho con
conocimientos de causa, asumiendo los riesgos y poniendo nuestra
esperanza en poder afrontar los problemas que vayan llegando. No diré
que no tengamos miedo ante la incertidumbre, pero lo más importante lo
tenemos cubierto, porque nos tenemos los 4, pero, especialmente, porque
yo le tengo a él y él me tiene a mí. Juntos saldremos de lo que sea.
Tampoco
quiero ser desagradecida, porque tenemos una familia y unos amigos
estupendos, tanto él como yo, que nos ayudan cuando es necesario, según
sus posibilidades. No sólo hablo de dinero, sino también de tiempo,
responsabilidad, cariño...
Estamos dispuestos a hacer
sacrificios el uno por el otro. En nuestra maleta, sólo van 4 cosas, las
4 de las que no podemos prescindir: Él, las dos peques y yo. Todo lo
demás está bien, y puede o no tener cabida, pero es prescindible.
Mi marido y yo somos diferentes a muchos niveles, gracias a Dios, y empezando por él.
Yo creo en un Dios personal que ha salvado a la humanidad a través de su Hijo Unigénito, Jesucristo.
Mi marido es ateo.
Incluso
esta diferencia, la más importante que se me puede ocurrir, no es
suficiente para separarnos. Los dos nos queremos y respetamos. Hablamos
con franqueza y con cariño y buscamos la felicidad del otro, donde
encontramos la felicidad mutua.
Él es mi héroe, que llega en mi ayuda cuando lo necesito.
Él es mi bastión, donde me refugio de los problemas que me golpean.
Él es mi niño, a quien miro con cariño y con ternura mientras duerme.
Él es mi marido, el compañero al que he confiado el resto de mi vida.
Él es Dios en mi vida, la persona que Dios pensó para mí, antes de crear el mundo, para que no estuviera sola.
Gracias,
Mi Amor, porque eres la persona más importante de mi vida y todos los
días me alegro de haberte conocido, haberme enamorado de ti, haberme
comprometido contigo, haber puesto mi felicidad en tus manos, haberte
tenido al lado mientras dormía, haber encontrado uno de tus calcetines
tirado en algún lado, haberte dado otro beso, haberte llamado para ver
dónde estabas, haber cenado contigo y haberte dado un beso antes de
acostarme, para (en algún momento) volver a dormir a tu lado y afrontar
juntos un nuevo día.
TE AMO.
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