sábado, octubre 22, 2005

El valor de las personas

¡Dos entradas en dos días! Pero no, no estoy enferma, lo que ocurre es que estoy en un evento y suceden muchas cosas a mi alrededor que me hacen reflexionar.

Ayer por la noche, mientras Nalbandian y Karlovic se disputaban el acceso a semifinales, paseaba yo por uno de esos pasillos de la trastienda del evento, concretamente el que da acceso a pista, televisión y zona de jugadores. Es una zona bastante lúgubre, por la que pasamos unas pocas personas al día, puesto que el acceso es restringido y tampoco hay mucho que ver. Unos recogepelotas (no, las modelos no -aunque las veo todos los días, envidiosillos...-, los niños) estaban jugando al frontón con una pelota de tenis que abrían cogido de la pista al salir. Como es mi costumbre, le saludé: ¿Qué tal va, chavales?, y ellos me contestaron. Cuando me marchaba, me sorprendió escuchar a uno de ellos que decía: Esta chica sí que es maja, y no como esos dos que acaban de pasar, que no han dicho ni hola. Se referían a dos de los responsables del evento, que irían hablando de alguna de las muchas cosas que ocupan su mente en estos días: Que si las toallas no les gustan a los jugadores, que si falta publicidad de un patrocinador, que si el público está enfadado porque se ha suspendido el primer partido de la mañana... Así que me giré y les dije que no se lo tuvieran en cuenta, que están muy liados y con la cabeza en mil cosas.

Esta mañana, la señora que limpia mi despacho por las mañanas me ha dicho que está hecha polvo. No me extraña, porque tienen que estar dando vueltas por todas partes, aunque no haya nada que hacer. La de ayer por la noche me dijo que sólo les dan un uniforme y que no le había dado tiempo a secarse por la noche, así que le había tocado secarlo con un calefactor.

Los chicos de control de accesos también están cansados. 15 horas de pie con media para comer es una paliza, ¡y algunos están en accesos absurdos y lúgubres por los que no pasa nadie, solos todo el día! No les dejan leer, ni sentarse... Aunque, claro, uno es humano, no una máquina...

Cuando hablas con los jefes, dicen que los empleados no mantienen el tipo; si son los empleados los que te cuentan, sus jefes son unos déspotas. Y es que en los eventos se trabaja un número impresionante de horas diarias (esta semana he tenido jornadas de hasta 17 horas) y no suele estar muy bien remunerado. Además, como hay un montón de empresas en convivencia, todo es un follón. Muchos piensan que su trabajo es más importante que el de el de al lado y otros desprecian a aquellos que no llevan un traje de chaqueta y una acreditación con muchos cuadraditos (cuantos más cuadraditos, más zonas de acceso -yo puedo entrar hasta el las duchas de los jugadores si quiero... Aunque no entiendo porqué tengo ese acceso...-). En fin, que todos somos muy importantes, más que los demás.

De lo que no se da cuenta la gente es de que todos los puestos son importantes. Sin el operario que mueve las gradas, no podríamos abrir ciertas puertas. Si los de seguridad hacen mal su trabajo, podemos encontrarnos con sutuaciones incómodas o peligrosas. Si no se controlaran los accesos, sería imposible trabajar en muchos sitios. Si no hubiera alguien que coordinara el trabajo de las distintas empresas, esto sería un desastre. Si no limiaran y vaciaran las papeleras, sería una guarrería. Si no vinieran los mejores jugadores, el evento no despertaría interés. Si no lo cubriera la televisión, no tendríamos patrocinadores. Si no tuviéramos patrocinadores, no habría dinero... Y así con todo. Todos somos importantes, cada uno en su puesto, cada uno en sus circunstancias.

Lo mismo ocurre en la vida en general. Todos ocupamos un puesto en la sociedad y debemos ser responsables. Todos tenemos un hueco que ocupar y se nota cuando faltamos. Todos. Tú y yo, ése que te cae tan bien y ése que te cae tan mal, los que llevan corbata y los que utilizan mono, los que se beben los refrescos y los que los reponen, los que están arriba en la jerarquía y los que están abajo... Todos.

Por tanto, a ver si empezamos a pensar un poco en los demás, en que todos nos cansamos, que cualquiera puede tener un buen día, estar enamorado, haber perdido a un familiar, tener más suerte que nosotros, vivir una situación desgraciada, encontrarse mal, haber recibido una buena noticia, querer comer o beber algo... En suma, que todos somos personas y nos comportamos como tales, y, en base a eso, debemos ser tratados: Con respeto, educación, solidaridad, comprensión, empatía...

No trates a los demás como te gustaría que te trataran. Trátales mejor.


Dedicado a Pablo, que me hace mucha compañía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho esta reflexión tuya. Una verdad como un templo, que se aplica a todos y a todo. Pero ya sabemos como es este mundo: unos tanto y otros tan poco. Aún así, es bueno no perder la esperanza. :D