Después de Turquía, hice noche en casa y me fui a Río de Janeiro, a los Juegos Panamericanos. Allí estuve en taekwondo, judo y lucha y, aunque una compañera afirmaba que no sé valorar la lucha como el "deporte noble, completo y homoerótico que es", la verdad es que lo pasé bien.
Llegué con pocas ganas, porque Turquía fue muy duro, y me costó aclimatarme al invierno brasileño, puesto que ya llegaba yo con un buena trancazo.
No tuvimos mucho tiempo libre, así que tuvimos que aprovecharlo.
Me llamó mucho la atención descubrir que el Cristo Redentor "de Corcovado" era una escultura art deco, la más grande del mundo, y que se había construido con la intención de atraer turistas. Por otro lado, subir al Pan de Azúcar también fue toda una experiencia. Las vistas son absolutamente espectaculares.
Y todo esto me lleva a preguntarme por qué el hombre busca la belleza. No es práctico invertir recursos en hacer cosas bonitas. El arte no es racional. Sin embargo, tampoco es algo que nos venga del instinto. Entonces, ¿qué parte del ser humano le llama a expresarse de forma estética?
Si nos remontamos hacia atrás en el tiempo, encontramos los primeros restos de arte asociados a manifestaciones religiosas, tales como figuras de animales venerados, estatuillas de mujeres embarazadas o alhajas con funciones rituales o mágicas. Al chocar la belleza del mundo con la razón del hombre, éste se dio cuenta de que había algo en ella que no podía explicar, pero que le atraía profundamente y, a través de esa misma belleza, fue capaz de transmitir lo que su espíritu le sugería.
Haber descubierto la belleza, esa cosa tan subjetiva y, a la vez, tan estandarizada, es quizá lo que más nos aleja de los animales. Disfrutar de una puesta de sol con el mar de fondo, de un cuadro, de una estatua, del color del bosque en otoño, del sonido de las olas, de una obra de Haëndel...
Río es una cuidad que a mí no me presta especialmente, pero he de reconocer que hay un hermosura en su naturaleza, en sus montañas, sus bosques y sus costas que merece la pena conocer.
Dedicado a Ana, Ruth y Alfonso, mis compañeros de deporte.
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1 comentario:
¡Ja, ja, ja! ¡Qué tales impresiones de Brasil! Bien ahí.
A mí me encantó subir al Cristo Redentor. Es realmente precioso.
Y fíjese usted, qué curioso: comparto sus impresiones sobre la belleza. Escribí por ahí algo que llamé "Nota recontraaclaratoria".
Salú.
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