martes, abril 18, 2006

La triste ignorancia

Llevo unos cuantos días dándole vueltas a distintos temas y conversaciones que he tenido con las personas de mi entorno en los últimos meses. ¡Qué tristeza tan grande!

No sé si os habéis dado cuenta, pero estamos abocados a la incultura y el analfabetismo. Me deja atónita comprobar que personas teóricamente formadas, con estudios universitarios, con un haber a sus espaldas..., participan en un debate basando sus argumentos en cosas que han visto en una película, una serie de televisión, un programa de telebasura, un novela, una revista sensacionalista...

¿Dónde quedaron la revisión bibliográfica, las entrevistas a personas con opiniones autorizadas, la capacidad crítica de la gente...?

Hoy día, cualquiera puede opinar sobre lo que le plazca como si supiera de qué está hablando. Pero lo peor es que se ponen a la misma altura las críticas del experto que ha dedicado su vida al estudio del caso en concreto y la de una persona que apenas sabe leer y escribir.

Me parece infame que nos estén robando la cultura, pero no son las SGAE, señores (aunque intenten cobrarnos hasta por respirar); es la falta de educación y capacidad crítica lo que está minando nuestro acceso al conocimiento. Parece que a nadie le importa si lo que dice es efectivamente cierto, o una simple opinión sin fundamento. Todo vale. Todo sirve. Todo es relativo y, como la verdad no existe, pues yo digo y pienso lo que me da la gana. Nada es mentira, sólo otra perspectiva, tan falsa como todas las demás, pues no hay nada cierto en el mundo.

Así, no es de extrañar que la gente sea tan infeliz y esté tan triste. Hay personas a las que da pena oír reír, tan patente es su grado de desesperación. Los adultos están amargados y los jóvenes no tienen esperanza. Sólo los niños, que aún son ilusos y creen que hay un límite entre el bien y el mal pueden sentirse felices, hasta que maduran y descubren que todo es mentira: No hay buenos ni malos, sólo bobos y listillos. ¡Así no me extraña que se den a la bebida, las drogas, el sexo sin sentido y todo tipo de sistemas de evasión que les alejen de esa realidad tan vacía y sin sentido que se les presenta!

Pues lo siento, señores políticos, poderosos, ricos, hipócritas varios, filosofillos de tercera, columnistas amargados, periodistas aburridos, ideólogos vacíos... Lo siento, porque son ustedes una panda de mentirosos que están robando a la gente la posibilida de ser felices, así que yo, en este humilde blog, voy a destapar aquello a lo que ustedes tanto temen:

LA VERDAD EXISTE.

Ya está, lo he escrito. Ahora sólo me falta hacer una campaña en la tele, como la de "Teruel existe", y la gente empezará a creerlo. Bueno, el hecho de que lo ponga en internet ya le da cierto caché a la frase, pero si saliera en la televisión, sería una verdad irrefutable.

Pero eso no es todo, voy a dar un paso más, uno que os va a dejar boquiabiertos. Alguno se va a morir de dislocación maxilar de ésta y todo... Voy a igualar dos cosas en una afirmación tan cierta, que incluso va a doler a los ojos:

VERDAD = AMOR


Lo sé, estoy loca, nadie podría creerse algo tan serio, algo tan imporante, algo tan descabellado, algo tan cierto... Nadie querrá creer en algo que compromete tanto, que supone tanto, que implica tanto...

Mi amigo Carlos me decía ayer: La gente necesita tanto creer que lo que dice la tele es verdad... Porque si no lo es, si es cierto que hay algo más, eso implicaría comprometerse.


No tengáis miedo. No tengáis miedo a la verdad, porque la verdad os hará libres. (Jn 8, 32)

No tengáis miedo a ser felices, porque aún falta una parte de la ecuación, algo que todavía queda por poner, queda por decir:

VERDAD = AMOR = FELICIDAD


Y ahí se resume todo, queridos amigos míos, TODO. Ahí tenéis la respuesta a la gran pregunta, ésa que todos nos hemos hecho alguna vez:

¿Cuál es el sentido de la vida?

Bucar la VERDAD, que no es otra cosa que el AMOR, para poder ser FELICES.


Dedicado a los locos y soñadores que creen que ser feliz es posible.

lunes, abril 10, 2006

El Retorno

Pasados unos meses, vuelvo a mi España natal y me encuentro con que nada ha cambiado, pero todo es distinto.

Cuando me marché, los políticos abochornaban al país con sus actuaciones, y siguen haciéndolo; medio Madrid estaba en obras, y sigue estándolo; la gente se dejaba llevar por el borreguismo imperante, y sigue balando; tenía buenos amigos, y sigo teníendolos...

Lo único que ha cambiado es el lugar en que todas estas cosas ocurren: Nuevos temas en los que los políticos osan opinar (con lo guapos que están calladitos...) la zanja que estaba a 50 metros norte de casa, ahora está a 50 metros sur; llega la época de esquilar las ovejas (que son las mismas, pero con menos pelo); los amigos antes charlaban sobre la universidad, y ahora sobre el curro (nos hacemos mayores...)...

El caso es que da igual lo lejos que te marches, nada cambia esencialmente, sólo de forma circunstancial. Si lo piensas, asusta. Por un lado, porque no avanzamos y no conseguimos que las cosas sean mejores de un modo radical y, por otro, porque te has perdido esas pequeñas cosas que hacen la vida interesante y que, en el fondo, son las más importantes.

El mundo sólo se mueve en las grandes revoluciones, porque tiene una inercia demasiado grande como para poder desviarse de su camino, a menos que se le aplique una fuerza muy intensa. Sin embargo, la vida se mueve gracias a las pequeñas cosas, esos detalles que la hacen especial, única y cada día diferente. Un plato de arroz no puede acabar con el hambre del mundo para siempre, pero puede ser mi cena esta noche.

A veces, queremos cambiar el mundo con nuestras obras, sin darnos cuenta de que es demasiado, mucho más de lo que está a nuestro alcance. Sin embargo, podemos cambiar cositas muy pequeñas de nuestro entorno, que hagan la diferencia para los demás. Quizá la suma de todos esos detalles de que somos capaces, propicien una nueva revolución que nos lleve a dar otro paso adelante hacia un mundo mejor para toda la humanidad.

Como decía la campaña de Manos Unidas (1997): Cambia tu vida para cambiar el mundo.


Dedicado a las personas que son para mí esos pequeños detalles.