viernes, noviembre 18, 2011

Razones para no cohabitar antes del matrimonio

El otro día, charlando con unos amigos, alguien comentó que la gente no debería casarse sin haber cohabitado antes y la mayoría parecía estar de acuerdo. Sin embargo, no es mi opción personal (mi marido y yo no cohabitamos antes de casarnos y estamos muy felices de ello) y me apetece reflexionar sobre ello.

Nosotros lo hubiéramos tenido muy fácil para irnos a vivir juntos. De hecho, durante un año, cada uno vivió en su propia casa (emancipado), por lo que sólo el hecho de compartir los gastos hubiera tenido evidentes ventajas económicas. Pero teníamos buenas razones para no cohabitar antes de casarnos y, a continuación, me gustaría exponer algunas, puesto que pueden servir a algunas personas a comprender mejor las razones por las que muchas personas preferimos esperar al matrimonio para cohabitar. 

1. Cohabitar es distintos de convivir

Hay gente que confunde convivir con cohabitar. 

La convivencia se desarrolla con todas las personas con las que entramos en contacto cada día. Es el proceso de relación que existe entre las personas y puede ser más o menos íntima, dependiendo de las personas y su nivel de interacción. 

La cohabitación es vivir bajo el mismo techo, generalmente también en el mismo lecho. 

Para saber si la convivencia matrimonial puede tener éxito, lo importante es convivir, no cohabitar. Es decir, no necesitas vivir en la misma casa que alguien y acostarte con ese alguien para tener información suficiente para saber si tu convivencia es feliz con esa persona. De hecho, la convivencia es una de las bases del noviazgo y se debe cuidar y potenciar todo lo posible, para conocer mejor al otro y conocerse mejor a uno mismo. 

Mi marido y yo no cohabitamos, pero convivimos muchísimo durante nuestro noviazgo y no nos hemos llevado sorpresas en la convivencia matrimonial, porque el proceso de conocimiento del otro había sido el adecuado, sin necesidad de cohabitación. 

2. El amor debe ser probado, no puesto a prueba

Una de las principales razones que esgrime la gente para cohabitar antes del matrimonio es la puesta a prueba de la relación que, en última instancia, es poner a prueba al otro. 

El matrimonio debe ser una entrega al otro sin reservas, dándose completamente y estando dispuesto a recibir completamente al otro, con todo lo bueno y todo lo malo. Poner a prueba al otro de esta manera demuestra las reservas que uno tiene a entregarse al otro y, aunque después se alcance un estado matrimonial, la semilla de la desconfianza está sembrada y regada por ese periodo de prueba al que hemos sometido nuestro amor. En el fondo, es como decir al otro que no puedes quererle del todo, así que es mejor ponerlo a prueba antes y a ver si eres capaz de seguir queriéndolo de todas formas. 

3. La cohabitación hace perder independencia a la hora de decidir

Al cohabitar con alguien, la relación deja de circunscribirse a sí misma, ya que su continuidad y armonía no afectan sólo al plano afectivo de la vida de los miembros de la pareja; sino también a otros aspectos como el domicilio, la situación económica (no hablemos ya si en este sentido hay dependencias en alguna dirección), la estabilidad familiar (hay parejas que deciden tener hijos antes de casarse y otras en las que los hijos se aportan desde relaciones anteriores)... Por tanto, aceptar que la relación no funciona o contener presiones por parte del otro se convierte en algo mucho más complejo, puesto que no es sólo la relación per se lo que está en juego, sino toda la estructura vital de la persona.

4. No es lo mismo matrimonio que bodorrio

Hay algunas personas que confunden el matrimonio con la boda. Incluso hay quien confunde la boda con una fiesta multitudinaria que sirve para sacar dinero a los invitados.

El matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer con el fin de compartir sus vidas hasta el final y fundar una familia.

Como algunos habrán comprendido nada más leer la definición, ni todos los que están casados constituyen matrimonio, ni todos los que no están casados dejan de ser por ello un matrimonio.

En este sentido, la Iglesia es muy clara y por eso existe la nulidad matrimonial, pero no el divorcio. Uno no puede dejar de estar casado, pues la unión es indisoluble y hasta el fin de la vida. Sin embargo, puede no haber estado casado nunca, puesto que jamás ha hecho realmente este compromiso, aunque haya cohabitado con una persona durante mucho tiempo e, incluso, haya firmado algún tipo de documento.

De hecho, la cohabitación antes del matrimonio tiene dos problemas en este sentido: Que la boda lo cambie todo y que la boda no cambie nada.

Cuando la boda no cambia nada...

Una pareja que ya ha cohabitado y ha hecho el compromiso matrimonial puede no encontrar razones para "legalizar su situación" puesto que no va a aportar nada a su relación. Sin embargo, parece algo razonable pensar en la bondad de que tu relación y tu compromiso sean públicos y, si tienes creencias religiosas, no puedo comprender que no quieras que esté bendecida por Dios.

Otra pareja podría "legalizar su situación" y seguir a prueba, como hasta ese momento.

Estas situaciones tienen sus riesgos, especialmente cuando uno de los miembros de la pareja piensa que está viviendo una de las opciones y el otro piensa que está viviendo en la otra. En algún momento, esa discrepancia se hará patente para gran sufrimiento de ambos; pero especialmente de aquel que pensaba falsamente que tenía una vida matrimonial y descubre que, no sólo seguía a prueba, sino que, además, igual no ha pasado dicha prueba.

Cuando la boda lo cambia todo...

Hay otras parejas que consideran que la boda tiene que cambiar algo en la relación. Esto puede ser muy positivo para las parejas que decidan que el periodo de prueba ha concluido, pues por fin podrán iniciar una convivencia entregada en lugar de una cohabitación a prueba.

Sin embargo, existe un cierto número de parejas que no sobrevive a este cambio de situación. De repente, uno o ambos miembros de la pareja sienten que han perdido algo y no han ganado nada. Ven que se han atado definitivamente a alguien y eso les agobia, sin darse cuenta de que lo que han hecho ha sido entregarse y recibir completamente al otro. Lo que debería ser una entrega hermosa y desinteresada se convierte en una atadura insoportable.

Por supuesto, todas estas reflexiones tienen sentido para aquellos que entendemos el matrimonio según la definición que he dado. Aquellos que no creen en el matrimonio, porque no son capaces de aceptar esa entrega mutua y definitiva como una realidad aplicable a ellos o a los demás, vivirán siempre a prueba y, por tanto, jamás constituirán un matrimonio como lo entendemos los cristianos; reduciéndose a los límites del casamiento civil que es uno de los contratos sociales más cutres y de menos valor legal de nuestro tiempo; en la medida en que, actualmente, cualquiera de los contratantes puede romper el contrato a su discreción sin periodo de espera o de alegaciones. No conozco ningún tipo de contrato que tenga tan poco valor.

Pero bueno, eso ya va con las creencias y los valores de cada uno.