jueves, mayo 12, 2005

De nostalgias e ilusiones

El otro día, mirando por una ventana cualquiera, me puse a recordar todos esos momentos felices que quedaron en el pasado. ¡Cuántos amigos, días de risas y llantos, encuentros y desencuentros, momentos familiares, viajes, alegrías, penas...! Todo aparecía ante mis ojos empañado por ese color sepia que acompaña a los momentos de alegre tristeza, que son el pasado y el recuerdo. Nostalgia.

Después, el futuro se presentó ante mí como la más hermosa de las promesas. Era capaz de imginar mi vida con todo lujo de detalles. Tenía un trabajo estupendo, acorde con mis gustos y deseos, vivía en compañía de la persona que había decidido amar, tenía unos hijos capaces con colmarme de orgullo y felicidad, vivía en un lugar hermoso... Los días por llegar parecía la culminación de todos los sueños que alguna vez habían pasado por mi mente, iluminando la noche de mis pensamientos y llenando mi corazón de una paz pura y eterna, como sólo la muerte puede ofrecer. Ilusión.

Mi mente creaba imágenes una detrás de otra. Recuerdos y sueños se mezclaban, llenando de color los grises paisajes de mi alma. Todo parecía florecer a mi alrededor, creando un entorno exuberante a mi alrededor, capaz de aturdir mis sentidos más allá de los límites de lo imaginable.

Sin embargo, al detenerme en el cruce de caminos en que se encuentran el pasado y el futuro, me di cuenta de algo que vació mi corazón de esas emociones en que me encontraba inmersa. En un instante, cobré conciencia de que el pasado se había escurrido por el pequeño agujero del reloj de arena de mis años; y de que mi futuro no era más real que las estrellas fugaces, que surcan el cielo durante un segundo y se extinguen para siempre.

En ese instante, comprendí que intentar vivir del pasado era el absurdo del nostálgico, incapaz de avanzar en la vida, porque el deseo de volver a un lugar al que no ya pertenece embota sus pensamientos y congela sus acciones. Por otra parte, poner tu corazón y tu vida en manos del futuro es el juego del iluso, capaz sólo de pensar en el mañana y para el que toda acción no es más que otro medio para alcanzar un fin que jamás llega, porque cada día deja a su imaginación crear nuevas y más altas metas; que dejan lo conseguido relegado al puesto del absurdo.

De este modo, concluí que la única realidad y la única vida se encuentran en el presente, en el ahora, ahora mismo; ese instante que comieza y termina de forma constante, sin dejarnos tiempo para recordarlo o imaginarlo, porque ya ha vuelto a pasar y a empezar de nuevo. Ese día comprendí que si el pasado es la nostalgia y el futuro la ilusión, el presente es la felicidad. Quien lo viva, quien lo entienda, quien lo desee y quien no lo deje escapar sin haberlo aprovechado; ése será el verdadero sabio, el auténtico aventurero, el único ser feliz sobre la faz de la tierra.


Dedicado a Luis Javier

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